Educar para la cultura y la tecnología digital

Hasta la fecha, uno de los papeles clave asignados al sistema escolar, ha sido el de la alfabetización del alumnado en el dominio de la cultura impresa en sus dos dimensiones: la lectura y la escritura. Hasta bien avanzado el siglo XX, se definió a la persona alfabetizada como aquella que dominaba los códigos de acceso a la cultura escrita o impresa (saber leer) y que a la vez poseía las habilidades para expresarse a través del lenguaje textual (saber escribir). Hoy en día, en un mundo donde la comunicación se produce no sólo a través del lenguaje escrito, sino también a través de otros lenguajes, como el audiovisual, y a través de soportes físicos que no son impresos, como la televisión, la radio y las computadoras, el concepto de alfabetización cambia radicalmente. En este sentido, los educadores debemos cambiar el concepto de persona culta y alfabetizada. En la actualidad, el dominio de la lecto-escritura parece insuficiente, ya que sólo permite acceder a una parte de la información: aquella que está accesible a través de los libros. Una persona que no posea las destrezas y los conocimientos que le permitan funcionar con eficacia, en un mundo que cuenta cada vez con mayor cantidad de tecnología, quedará en una posición de desventaja, con respecto al resto de los ciudadanos.

En un futuro inmediato, quienes no sepan desenvolverse en la cultura y tecnología digital de un modo inteligente, no tendrán acceso a esa cultura, ni al mercado de la sociedad de la información. Este comportamiento inteligente va a implicar el poseer aquellas habilidades de saber conectarse y navegar por redes, buscar la información útil, analizarla, reconstruirla y comunicarla a otros usuarios. Aquellos ciudadanos que no estén calificados para el uso de las nuevas tecnologías enfrentarán una alta probabilidad de ser marginados culturales en la sociedad del siglo XXI. Este analfabetismo tecnológico provocará, seguramente, mayores dificultades en el acceso y promoción en el mercado laboral, indefensión y vulnerabilidad ante la manipulación informativa e incapacidad para la utilización de los recursos de comunicación digitales[1].

Las instituciones educativas, ante esta situación, han comenzado a buscar maneras de incorporar la tecnología dentro de su currículo. Un esfuerzo importante en esta dirección lo constituye el Proyecto NETS (Estándares Norteamericanos en Tecnología para la Educación) , que fue puesto en marcha por el Comité de Acreditación y Criterios Profesionales de la Sociedad Internacional para la Tecnología en la Educación (ISTE). Esta sociedad, fundada en los Estados Unidos, está constituida por maestros, coordinadores de tecnología, administradores educativos y formadores de maestros; y se ha convertido en un líder reconocido entre las organizaciones profesionales para educadores involucrados en la tecnología.

Entre sus enunciados, el proyecto NETS establece que:

Todos los alumnos deben tener la oportunidad de desarrollar habilidades tecnológicas que apoyen el aprendizaje, la productividad personal, la toma de decisiones y la vida diaria. Los perfiles y normas asociadas deberán proporcionar una estructura que prepare a los alumnos a ser "aprendices" de por vida y a tomar decisiones sobre el papel que desempeñará la tecnología en sus vidas.[2]

El proyecto a su vez establece que los nuevos ambientes de aprendizaje deberán de preparar a los alumnos para:

Comunicarse utilizando una variedad de medios y formatos.
Accesar e intercambiar información en una variedad de formas.
Compilar, organizar, analizar y sintetizar información.
Sacar conclusiones y hacer generalizaciones basadas en la información recolectada.
Utilizar información y seleccionar las herramientas apropiadas para resolver problemas.
Conocer el contenido y poder localizar información adicional a medida que se vaya necesitando.
Convertirse en "aprendices" autodirigidos.
Colaborar y cooperar en esfuerzos de equipo.
Interactuar con ética y de manera apropiada.

Por lo anterior, una meta importante para los centros educativos debería ser la formación de los estudiantes como usuarios calificados de las nuevas tecnologías y de la cultura que, en torno a ellas, se produce y difunde. Además deben procurar desarrollar en los educandos, un cúmulo de valores y actitudes hacia la tecnología, de modo que se tenga una visión equilibrada en torno a los beneficios y los peligros que conlleva su uso.

En este sentido, las nuevas características y necesidades de la llamada sociedad de la información reclaman un nuevo modelo curricular. Es necesario y urgente cambiar el contenido y la forma en la cual se desarrolla el proceso de aprendizaje en las escuelas. Ya no sirve, como en décadas anteriores, que el alumno memorice y almacene mucha información.

El sistema escolar que tenemos nació con una concepción de la enseñanza pensada para dar respuestas de las sociedades industriales del siglo XIX y XX. La sociedad del siglo XXI representa un escenario intelectual y social radicalmente distinto. Es tarea prioritaria elaborar alternativas pedagógicas innovadoras que respondan a las exigencias sociales de una sociedad democrática, en un contexto dominado por las tecnologías de la información.

Sobre este cambio de paradigma, puede consultar documentos que se ofrecen en la siguiente dirección:

http://www.ull.es/departamentos
/didinv/tecnologiaeducativa/documentos.htm

 

[1] Area, Manuel. Ibidem.

[2] National Educational Technology Standards for Students. ISTE - Sociedad Internacional para la Tecnología en la Educación. 15 de febrero 2002. <http://cnets.iste.org/index2.html>

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