Pedagogía Universitaria para la educación a distancia
Unidad 1. Identificando las piezas: conceptos básicos sobre Educación
Conceptos básicos

Como veremos en la unidad 4, los equipos académicos de la UNED están conformados no solamente por personas tutoras, sino también por personas investigadoras, productoras académicas, encargadas de cátedra y programa o carrera, profesoras del Sistema de Estudios de Posgrado, extensionistas, entre otros. Esto quiere decir que no todas las personas que trabajan directamente en el área académica e inclusive docente tienen por fuerza una formación docente. A raíz de lo anterior, es de gran relevancia que quienes laboramos en esta institución de educación superior tengamos por lo menos una noción de algunos conceptos básicos, pues todos y todas, de alguna manera, estamos involucrados con la docencia y la ejercemos desde los diferentes cargos que ocupamos.

En este sentido, si bien puede ser que todos y todas sepamos algo de ese tema, no quiere decir que sabemos lo mismo ni lo aprendimos igual. Por esta razón, es necesario que podamos ir unificando esas concepciones; sobre todo porque algunos de estos términos se han utilizado y suelen utilizarse indistintamente. Cuando nos disponemos a construir una figura de bloques o de construcción, una de las maneras de empezarla es buscar los bloques que se colocan en la base (en caso de que la haya), luego ir colocando los bloques o las piezas más grandes y al final, terminar con las piezas más pequeñas y que tienen mayor detalle. De la misma manera, en esta unidad vamos a desarrollar las definiciones de los conceptos clave, lo cual nos permitirá ir conformando las bases y, en este sentido, que podamos “hablar el mismo idioma”, con el fin de tener una visión común y más clara.

Educación

De modo general, la ‘Educación’ es el proceso continuo, la práctica social y cultural mediante la cual las personas adquieren conocimientos, capacidades, valores, etc. Tal proceso incluye no solamente mecanismos formales (como los que se desarrollan en la educación institucionalizada en la escuela o el colegio) sino también los no formales (que se dan mediante procesos o instituciones que tienen objetivos explícitos de formación no relacionados directamente con los objetivos del sistema educativo institucionalizado; por ejemplo, clases de mecánica o de cocina) y los informales (como las vivencias que los seres humanos tenemos día tras día y las cuales nos van formando). Así pues, vemos cómo el objeto de estudio de la Educación es el ser humano, pues se interesa por estudiar todos estos procesos que potencian su crecimiento y desarrollo.

De manera más concreta, diremos que la Educación es

la disciplina que estudia todos los hechos de aprendizaje, tanto intencional como no intencional, y las fuerzas que influyen en estos hechos; contempla así el conjunto de instituciones que los llevan a cabo y las condiciones sociales y culturales que conforman su telón de fondo (Méndez, Villalobos, D’Alton, Cartín y Piedra, 2008, p. 5).

En relación con esto, vale la pena mencionar que la Educación puede plantearse de distintas maneras, las cuales van a depender de la visión de mundo y de ser humano que se tenga.

En este sentido, a lo largo de la historia han habido varias posiciones del cómo debería entenderse la Educación. Por un lado, hay una postura que aboga por una visión más individualista, según la cual, la Educación debe velar por la formación de individuos capaces de tomar decisiones, crítica, responsable y conscientemente para su propio beneficio. Otra postura, por el contrario, más social, visualiza la Educación como un promotor de cambios y trasformaciones sociales. De acuerdo con Méndez et al. (2008) siguiendo a Díaz (2001),

una de las posiciones prevalentes en la actualidad sostiene que la educación debe promover el desarrollo potencial del ser humano; es decir, busca actuar en los individuos propiciando inquietudes, planteamientos, criticidad y creatividad para que puedan extraer y desarrollar sus propias capacidades y sus potencialidades humanas, que le permitan progresos en todas las facetas de su personalidad (p. 5).

Desde nuestro punto de vista, la Educación abarca y atiende ambas facetas del ser humano, bajo el entendido de que es un ente individual que necesita aprender a desarrollar capacidades y habilidades con el fin de aprender a vivir en sociedad.

Pedagogía

Actualmente, estamos llevando un curso sobre Pedagogía universitaria, pero ¿sabemos qué significa en principio ‘Pedagogía’? Muchas veces definimos este concepto como si fuera un sinónimo de la Didáctica y llegamos a pensar que la Pedagogía se trata de las diferentes estrategias y técnicas que se planifican y desarrollan en los procesos de enseñanza-aprendizaje.

Pues bien, lo primero que debemos comprender es que, aunque estos dos conceptos (Pedagogía y Didáctica) están indudablemente relacionados, no son lo mismo: en su concepción inicial, y con base en la raíz etimológica del término, la Pedagogía se pensaba como el arte de guiar al niño; es decir, de guiar su aprendizaje. En los tiempos actuales, la Pedagogía se entiende como la ciencia que estudia la educación y que analiza “los procesos de enseñanza y aprendizaje en su contexto histórico particular, con el propósito de caracterizar y explicar los fenómenos que tienen lugar en estos procesos” (Méndez et al., 2008, p 5). A esta definición podemos agregar lo mencionado por Lucio (1989) cuando dice que la Pedagogía se encarga de sistematizar el saber: sus métodos, procedimientos y objetivos.

Podemos decir que mientras la Educación es un saber implícito, no tematizado y más o menos consciente, la Pedagogía implica por fuerza una reflexión crítica y consciente sobre el saber. En palabras de Lucio (1989), “hay pedagogía cuando se reflexiona sobre la educación, cuando el ‘saber educar’ implícito, se convierte en un ‘saber sobre la educación’ (sobre sus ‘cómos’, sus ‘por qués’, sus ‘hacia dóndes’)” (p. 2). Este autor sostiene, además, que la visión que se tenga de la Pedagogía va a depender de la visión (amplia o estrecha, individualista o más social) que se tenga de la educación, de manera que ambos conceptos están íntimamente relacionados.

Más adelante estudiaremos la definición de ‘Didáctica’; no obstante, por el momento vale la pena que tengamos claro que aunque la Pedagogía abarca la didáctica, la primera es mucho más amplia porque se preocupa por estudiar los diferentes procesos que se llevan a cabo para desarrollar la educación.

Con base en lo anterior, podemos entender por qué es tan importante que todas las personas que trabajan en nuestra institución conozcan la UNED, su historia y su marco estratégico, así como el proceso de gestión académica que se ha establecido, ya que todos esos aspectos son los que conforman la pedagogía universitaria: “los cómos, los porqués, los cuándos, los dóndes y los haciadóndes” de la educación; en este caso, contextualizada en la UNED.

Educación superior y Pedagogía universitaria

¿Ya tenemos un poco más clara la diferencia entre Educación y Pedagogía? Pues bien, ahora será más sencillo determinar cómo se entiende la Educación superior y cómo la Pedagogía universitaria. Por un lado, la Educación superior se define como el proceso en el cual se estudia una carrera profesional, luego de haberse completado los niveles de primaria y secundaria. Esta educación es impartida por las instituciones universitarias (como es el caso de nuestra UNED), en las cuales se procura “la formación de profesionales competentes; individuos que resuelvan creativamente, es decir, de manera novedosa, eficiente y eficaz, problemas sociales” (Ibañez (1994), citado por Guerrero y Faro (s.f.), Educación superior, primer párrafo).

Por otro lado, la Pedagogía universitaria se ubica como una rama o un área específica de la Pedagogía, en el sentido de que se centra en estudiar los procesos de enseñanza y aprendizaje de personas profesionales de diferentes áreas específicas; es decir, la Pedagogía universitaria es específica y especializada. Justamente este aspecto es el que hace que ejercer la pedagogía universitaria sea tan complejo, ya que en la mayoría de los casos, las personas docentes universitarias son expertas o especialistas en el área específica que enseñan, pero no necesariamente tienen conocimientos en el área de la docencia.

Sobre este concepto, vale la pena anotar lo que Ander Egg, mencionado por Grijalva (1999), dice: la Pedagogía universitaria debe ejercerse con un espíritu crítico y objetivo. Así pues, para él, la Pedagogía universitaria omite –o debería omitir- la transmisión inútil y la repetición mecánica y memorística de información, así como la idea de que la persona docente es la dueña de la razón y el conocimiento. Por el contrario, se parte del principio de que el conocimiento se construye activamente por el sujeto “sobre la base de anteriores conocimientos y con la mediación de categorías lingüísticas, culturales y sociales” (p. 454).

Así, en resumen: la Educación superior se refiere a todo el proceso mediante el cual las personas adultas o jóvenes adultas especializan su formación profesional, en el tanto que la Pedagogía universitaria es la rama de la pedagogía que se centra en el estudio y la sistematización de esa educación particular.

Territorios pedagógicos 1: La capacitación, una responsabilidad compartida


La docencia universitaria es para algunos una profesión que pueden ejercer las personas que hayan alcanzado un título universitario y que cuentan con experiencia en el área de su especialización. Afirmamos, entonces, que un docente universitario es especialista y experto en un área específica del conocimiento.

No obstante, coincidimos con Vargas (2010) cuando afirma que la mayoría de los profesores y profesoras universitarios no cuentan con la formación docente requerida para acompañar los aprendizajes, lo cual le permitiría a la persona ejercer la docencia con la calidad requerida.

Actualmente, la formación de las y los profesionales demanda la potenciación del pensamiento complejo, la proactividad, la creatividad, la capacidad de trabajar en equipo, de investigar y proponer. Estas habilidades no se promueven con didácticas tradicionales: “Los profesores universitarios, en su mayoría formados con un marcado carácter académico, demandan una sólida formación y de cualidades que le permitan desenvolverse ante una práctica educativa que se sustenta, a consecuencia de la política inclusiva, en la relación masividad-calidad” (Vargas, 2010).

En vista de ello, la formación continua del docente universitario es una tarea que nos compete como institución pública, ya que incide directamente en la calidad educativa y por ende en el perfil del profesional de las personas egresadas. Consciente de lo anterior, nuestra universidad cuenta con instancias asesoras que hacen esfuerzos por capacitar al docente universitario en el modelo de educación a distancia, técnicas didácticas, evaluación de los aprendizajes, entre otros.

El propósito del CECED es orientar la transformación de la docencia universitaria, mediante ofertas de capacitación generales sobre la comprensión del modelo a distancia y aquellas necesidades específicas, sentidas por el sector académico.

Desde esta perspectiva, hoy, a pocos meses de cumplir los 15 años de creado, en el CECED nos preguntamos si con nuestra labor estamos respondiendo a las necesidades del sector académico y cuál ha sido el impacto de las capacitaciones en la calidad de la atención al estudiantado. En este sentido, estamos haciendo una reflexión profunda para, en conjunto con otras instancias, responder con compromiso a nuestro deber.

La autora del artículo que compartimos menciona:

La gestión del cambio en la práctica educativa, constituye, otra categoría esencial en el proceso de gestión de la formación permanente docente del profesor universitario. Esta gestión siempre tiene una direccionalidad causal que se sustenta en los resultados de la sistematización de experiencias cotidianas en la práctica educativa, lo que permite la argumentación de los cambios que ésta requiere. La gestión del cambio en la práctica educativa es un proceso que promueve el desarrollo de procedimientos continuos de innovación que respondan a los criterios e intencionalidad de los sujetos comprometidos con el proceso de cambio.

La gestión del cambio en la práctica educativa, expresa la potencialidad de los sujetos y los grupos para reconocerse como poseedores de necesidades específicas en cuanto a su formación, lo que los hace capaces de asumir compromisos, aplicar métodos o estrategias, bajo la consideración de ser sujetos del proceso de formación y de su gestión. Este proceso reconoce de la sistematización de experiencias en la práctica educativa, el conocimiento que este proceso aporta de la misma. Las necesidades formativas no emergen conscientemente, requieren de procesos que permitan revelarlas, es esta concientización lo que moviliza a los sujetos para el cambio. El proceso de gestión del cambio de la práctica educativa implica entonces el diagnóstico de las necesidades actuales y futuras, así como de la movilización y materialización acciones para la satisfacción de estas necesidades. (p.12).

A la luz esta reflexión provocada por el artículo que enlazamos, nos preguntamos: ¿estamos conscientes del rol que cada puesto desempeña en la capacitación del personal docente? ¿Lo estamos asumiendo?

Andragogía

Antes de continuar, vamos a decir que hay posiciones distintas en la manera de definir este concepto en relación con el de Pedagogía. Así pues, hay una corriente de autores que establecen diferencias entre estos dos conceptos e indican que, así como la Pedagogía estudia el aprendizaje de los niños, la ‘Andragogía’ se centra en estudiar cómo aprenden las personas adultas, según el entendido de que esta población tiene características específicas que deben ser tomadas en cuenta para el proceso de enseñanza y aprendizaje. Por su parte, otros autores no hacen distinciones entre estos dos conceptos, pues parten de que la Pedagogía es una sola y que, aunque al principio se limitaba a los niños, ahora ha evolucionado tanto que abarca todas las dimensiones.

Justamente, el modelo pedagógico de la UNED (2004) dedica un apartado a los principios de la educación de adultos, sin establecer diferencias tajantes entre ambos conceptos. Tales principios se explican a continuación:

  • Autoconcepto y autoestima: es muy importante que las personas adultas tengan un buen autoconcepto y un alta autoestima, lo cual se logra cuando ellas sienten que sus conocimientos previos son respetados y valorados.
  • Vinculación a la situación vital: las personas adultas se sienten motivadas a aprender en las áreas relevantes para ellas. Por ello, se debe procurar que haya una relación entre el nuevo aprendizaje y las tareas, los problemas, las necesidades y los significados de su situación de vida actual.
  • Integración de experiencias formativas: “el aprendizaje del adulto se facilita cuando puede integrar su experiencia pasada y la actual experiencia de formación” (p. 21).
  • Participación activa: el aprendizaje adulto exige una participación activa en la que se utilicen habilidades, destrezas o estrategias.
  • Motivación interna: una motivación que proceda del interior le va a facilitar a la persona su persistencia en el proceso de aprendizaje. Si las motivaciones son, en cambio, externas, esto puede hacer que la persona se sienta ansiosa o disgustada.
  • Desarrollo de competencias cognoscitivas: en la UNED, los procesos didácticos deben procurar la mejora de las capacidades que contribuyen al rendimiento académico; por ejemplo, el desarrollo del pensamiento formal, el dominio del lenguaje natural, el planteamiento y la resolución de problemas, la planificación y organización del estudio, el autoconocimiento, la disciplina y la metacognición.
  • Conocimiento previo: la persona adulta utiliza los conocimientos que ha construido en su experiencia previa como instrumento para leer e interpretar los nuevos aprendizajes; de ahí que sea tan importante que se logren relacionar los nuevos conocimientos con los ya adquiridos.
  • Zona de desarrollo próximo: se define como la distancia que hay entre lo que la persona estudiante puede hacer y aprender por sí sola y lo que puede aprender con la ayuda de otras personas. En este sentido, la enseñanza eficaz es la que logra que la persona estudiante alcance los conocimientos y competencias potenciales, lo cual permitirá abrir nuevas zonas de desarrollo próximo.
  • Asimilación: sucede cuando la persona estudiante logra establecer relaciones significativas, intencionales y no arbitrarias entre el nuevo aprendizaje y lo ya sabido; es decir, cuando el nuevo aprendizaje se asimila a su estructura cognoscitiva.
  • Condiciones del aprendizaje significativo:
  • para que el aprendizaje sea significativo, deben cumplirse dos condiciones: que el contenido sea significativo para el estudiante y que él esté dispuesto a hacer el esfuerzo de asimilarlo. La primera condición exige que los contenidos tengan una estructura lógica, sin confusiones ni arbitrariedades, y también que esa estructura sea asequible al estudiante y pueda relacionarla con sus conocimientos previos. La segunda condición hace referencia al papel fundamental que desempeñan, en el aprendizaje a distancia, los aspectos motivadores y la actitud favorable para asimilar los contenidos mediante el esfuerzo que supone relacionarlos con los aprendizajes adquiridos (UNED, 2004, p. 23).

  • Funcionalidad y transferencia: para que un aprendizaje sea significativo, es necesario que los conocimientos tengan una utilidad práctica para la persona estudiante en diferentes circunstancias en las que pueda encontrarse.
  • Aprender a aprender: “implica que la persona estudiante sea capaz de alcanzar aprendizajes significativos por sí misma en diferentes circunstancias y situaciones”.
  • Evaluación de los aprendizajes: debe ser llevada a cabo por la propia persona en forma de autorregulación, lo cual le facilitará apropiarse de los objetivos, interiorizar los criterios con los que se evaluará, así como planificar las acciones que lo llevarán al aprendizaje.
  • Comunicación en educación a distancia: debe haber una comunicación permanente, sincrónica o asincrónicamente entre la persona estudiante y el equipo docente.

Como pudo verse, nuestro modelo pedagógico dicta algunas pautas sobre cómo deberían ser los procesos de enseñanza y aprendizaje acá en la UNED, tomando en cuenta no solo que nuestra población de estudiantes está conformada mayoritariamente por personas adultas, sino también que estas personas estudian según una modalidad a distancia, lo cual –ya de por sí- implica diversas particularidades. En este sentido, es esencial que siempre tengamos presente estos principios, pues como personas funcionarias del área académica no podemos olvidar cuál es nuestra población y cuáles son sus características.

Para profundizar un poco más en el tema anterior, a continuación le recomendamos el artículo “Un acercamiento al aprendizaje de las personas adultas: apuntes para re-pensar la mediación pedagógica”, en el cual las autoras respaldan algunas características específicas que tiene el aprendizaje de las personas adultas jóvenes; lo anterior, con el fin de reconocer los retos que representa la mediación de experiencias para la educación superior con dicha población.

Para reflexionar:

¿De qué manera se puede potenciar el aprendizaje de las personas adultas? Si usted fuera docente de un curso, ¿qué tipo de estrategias utilizaría para hacerlo?
Enseñanza

En un sentido amplio, la ‘Enseñanza’ se da siempre que un individuo promueva o facilite de alguna manera el aprendizaje en otra persona (cf. Méndez et al., 2008). En este caso, nos interesa concebir la enseñanza como “la actividad orientada en todos sus aspectos por la guía intencional y la planificación por parte de instituciones de diversos tipos” (Ordóñez, 2002; Díaz, 2001; Flórez, 1999, citados por Méndez et al., 2008, p. 15). De la anterior definición se desprende que la Educación supone una sistematización de los procesos de enseñanza y aprendizaje, así como la institucionalización del quehacer educativo.

El proceso de la enseñanza requiere de la interacción de, al menos, tres componentes: una persona docente, una o varias personas estudiantes y un objeto de conocimiento o unos contenidos. Tradicionalmente, la persona docente ha sido quien, por derecho, podía detentar la palabra y la verdad, y quien debía transmitir el conocimiento a sus estudiantes; es decir, la persona docente se ha concebido como el componente central de esta tríada. No obstante, el modelo pedagógico de nuestra universidad establece que la persona estudiante es y debe ser el centro del modelo, lo cual implica que cada persona es constructora activa de su aprendizaje y no ya un simple elemento receptor:

el estudiante, como actor principal; la docencia, en la cual el docente institucional como figura individual se desdobla en un conjunto de funciones que llevan a cabo varias personas; y los contenidos, con un énfasis en la forma como se ponen en contacto con el estudiante, es decir, cómo se mediatiza la relación entre el estudiante y el conocimiento (UNED, 2004, p. 27).

Los anteriores son los tres componentes principales que establece nuestro modelo pedagógico, los cuales se complementan con dos componentes transversales que son la evaluación de los aprendizajes y del currículo, por un lado, y la comunicación a través de diferentes medios didácticos y tecnológicos, por el otro. Sobre estos, hablaremos en la unidad 3.

Didáctica

Anteriormente vimos que la Pedagogía es la ciencia de la educación. Para definir la Didáctica diremos que esta conforma la rama de la Pedagogía que se encarga de estudiar la enseñanza, en el sentido de que prescribe estrategias, metodologías y técnicas para mejorar su eficacia y eficiencia. De acuerdo con Nérici (1969), citado por Tejada (2005), la didáctica se concibe como “el conjunto de técnicas a través de las cuales se realiza la enseñanza; para ello recurre y coordina, con sentido práctico, todas las conclusiones y resultados que llegan a las ciencias de la Educación, a fin de que dicha enseñanza resulte más eficaz” (p. 20).

De esta manera, podemos decir que la Didáctica es a la enseñanza lo que la Pedagogía es a la educación, y ambas tienen fines particulares, los cuales se detallan seguidamente:

Figura 1. Relaciones entre la Pedagogía y la Didáctica

Vale la pena mencionar que la Didáctica no se debería separar de la Pedagogía ni viceversa, ya que ambas se necesitan y complementan. Por un lado, la Didáctica necesita de la Pedagogía porque esta, como ya vimos, permite reflexionar sobre los ‘cómos’, ‘por qués’ y ‘hacia dóndes’ de la educación; es decir, la Pedagogía le da un norte a la Didáctica. Por otro lado, la Pedagogía necesita de la Didáctica porque de nada sirve reflexionar sobre la educación si no se tiene claro cómo se va a concretar o materializar la labor docente.

Currículo

Dado que en la tercera unidad del curso vamos a tratar con más profundidad y detenimiento el tema del currículo, para esta oportunidad solo diremos que, así como en otros casos, también se conciben diversas definiciones de este concepto. Por un lado, el currículo se ha considerado como la organización en la cual se plasma qué enseñar y cómo enseñar; y por el otro, ha sido entendido como una “síntesis de elementos culturales (valores, costumbres, creencias, hábitos) que conforman una propuesta político-educativa pensada e impulsada por diversos grupos y sectores sociales cuyos intereses son diversos y contradictorios” (De Alba, 1998, p. 3).

En este sentido, se puede decir que, según la concepción de currículo que se asuma, se plasma una visión centrada en la enseñanza (o sea en la persona que enseña = docente) o, por el contrario, en el aprendizaje (o sea en la persona que aprende = estudiante).

Ahora bien, desde los “Principios Teóricos y Lineamientos Prácticos del Diseño Curricular en la UNED”, se entiende el currículo como “un concepto que se refiere a una realidad que expresa, por un lado el problema de relaciones, entre la teoría y la práctica, y por otro, el de las relaciones entre la educación y la sociedad” (Ruiz, 1996, citado por UNED, 2006). Esto significa que en el momento de hacer una propuesta de curso o de plan de estudios, se debe realizar primero un análisis del contexto socio-profesional y de las tendencias actuales en el campo de conocimiento que se va a estudiar, de manera que lo que se proponga sea pertinente a los requerimientos de la sociedad actual y permita la aplicación de conocimientos en el campo de actuación profesional.

Es importante partir del hecho de que el currículo institucional debe ser conceptualizado como una construcción en la toma de decisiones referidas a

  1. los criterios y procesos de selección y organización,
  2. los fines y objetivos,
  3. los contenidos curriculares,
  4. las actividades conducentes al logro de las experiencias de aprendizaje de estudiantes,
  5. los recursos humanos y físicos,
  6. los criterios de evaluación de planes de estudio y programas de cursos que deben estar orientados hacia la consideración del estudiantado como una de las principales fuentes de este.

En la UNED, hay una dependencia que se encarga de asesorar a las cátedras y los programas de las diferentes escuelas en este tema, así como en evaluación de los aprendizajes: Programa de Apoyo Curricular y Evaluación de los Aprendizajes (PACE). Conoceremos con más detenimiento sobre esta dependencia en las unidades siguientes.