El concepto de distancia transaccional es parte de la teoría del estudio independiente de Moore. Muchos autores se refieren a este concepto como la teoría de la distancia transaccional. Abordaremos, brevemente, algunos de sus aspectos importantes.
Definiremos la distancia transaccional como la distancia relacional entre el profesor y los estudiantes, no como una distancia geográfica o física, sino más bien como una distancia educacional y psicológica (Bender, 2003). Saba (2003), señala, el concepto de distancia transaccional está “embebido” en un marco social porque establece una relación entre el diálogo, que determina el nivel de autonomía de los estudiantes, y la estructura, lo cual abre una ruta para el entendimiento posmoderno de la educación a distancia.
El diálogo, en la educación a distancia, se lleva a cabo a través de medios no contiguos (Moore, 1983). En otras palabras, los sistemas tecnológicos permiten la comunicación, sin necesidad de que los actores estén presentes en el mismo espacio físico. Moore propone que tanto la comunicación real (de doble vía, que se brinda a través de sistemas de soporte como el teléfono, videoconferencias, etc.) como la simulada (la que se da en una sola vía, a través de los textos escritos, los recursos, los recursos multimedia, las instrucciones de las tareas, entre otros) hacen posible el diálogo.
La estructura, por su parte, está definida por la rigidez o por la flexibilidad de los recursos organizacionales, que se proveen para que el estudiante pueda desarrollar con éxito el proceso de aprendizaje. Esta incluye la evaluación, las actividades, los sistemas de comunicación, entre otros aspectos, que se planifican y diseñan para alcanzar los objetivos de aprendizaje y llenar las necesidades de los estudiantes. Una de las primeras hipótesis de Moore fue que estudiantes novatos o recientes requieren más estructura, lo cual conlleva a una instrucción más cercana, al principio de un curso. Conforme el estudiante adquiere experiencia, la estructura decrece y la autonomía se incrementa, lo que permite que las actividades de aprendizaje sean más constructivistas (Saba, 2003, p.13).
Otra de las hipótesis que planteó Moore (1977) fue “las personas más autónomas se sentirán atraídos por los métodos más distantes de la enseñanza y el aprendizaje (caracterizada por una alta estructura y poco diálogo), por lo tanto, se encontrarán diferencias medibles en la autonomía de los estudiantes cuando se varíe la distancia. Aunque esta hipótesis fue corroborada, se encontró que los estudiantes a distancia no rechazan la orientación” (p.4).
Reyes (2013), afirma que, la cantidad de estructura y diálogo va a depender de las características mismas de cada curso; del tipo de tecnologías que utilice; de la filosofía del docente; de los conocimientos previos; de las habilidades de los estudiantes; y, aún, del contenido que se aborde. Entonces, es lógico suponer que se hace indispensable un equilibrio entre el diálogo y la estructura, con el fin de potenciar la autonomía del estudiante.
Tal como lo indica Moore (1977), los modelos con estructuras rígidas y ausencia de comunicación, presentan una mayor distancia transaccional que los modelos que se caracterizan por tener estructuras flexibles, de alta interacción y comunicación, que consideran las características propias de los estudiantes.
Por las razones anteriores, Bender (2003) afirma que, minimizar la distancia transaccional permite asegurar una experiencia social de aprendizaje caracterizada por la motivación y el sentimiento de pertenencia, lo que potencia el acceso al proceso educativo y el éxito. Esta autora señala que, la distancia transaccional será extensa o corta, en relación directa con el compromiso que el docente logre de los estudiantes, por esto es importante que el profesor busque:
En años recientes, autores como Gorsky y Caspi (2005) han intentado encontrar evidencia que valide teoría de Moore; sin embargo, concluyen que, esta teoría de la distancia transaccional, no ha sido apoyada ni validada por la experiencia empírica. Estos autores, quienes han sido los más críticos al respecto, señalan que una de sus grandes debilidades, radica en la no definición operacional de los constructos que la componen: diálogo y estructura, lo cual provoca que los investigadores difieran. También arguyen que el diálogo está idealizado, porque no se considera cómo las personas actúan en diferentes circunstancias, por lo cual, la teoría es demasiada prescriptiva.
Mientras tanto, con una posición diferente, Reyes (2013) señala que si bien, la teoría de la distancia transaccional no ha encontrado aún aceptación global, esta puede ser útil a los “tecnólogos educativos, diseñadores, investigadores y educadores quienes pueden hacer una revisión de sus componentes basados en la integración de tecnologías emergentes y tipos de comunicación” (p.49). Reyes expone que, Caspi, Gorsky, Garrison y otros autores, han criticado la ambigüedad de algunos conceptos de la teoría, ellos mismos sugieren una revisión, a la luz de nuevas perspectivas y de las teorías de aprendizaje. Entonces, concluye que, mientras no hay acuerdo global, se debe trabajar mucho al respecto, por lo tanto, “está aquí para quedarse” (p.49).