Iniciaremos esta reflexión con una pequeña aclaración. La Real Academia Española define virtual como lo que “que tiene existencia aparente y no real” (Real Academia Española, 2001, p. 1566). Partiendo de esta definición, el concepto de virtualidad no es nuevo, desde tiempos prehistóricos el hombre hace uso de la virtualidad para representar eventos y objetos de la vida real. Uno de los ejemplos más antiguos está representado en las pinturas rupestres de la cueva de Altamira, éstas figuran eventos del periodo paleolítico que son representaciones de la realidad, como por ejemplo, el grupo de bisontes que se muestra en la figura.
Moreno (2002) advierte que el arte siempre ha estado en la frontera de la representación de la realidad. Si usted tiene la oportunidad de observar en el Museo del Prado la obra “Las meninas” de Velázquez, por ejemplo, sentirá un fuerte deseo de tocar el pelaje del perro, solo para comprobar que no está vivo. O si detalla la “Artemisa” de Rembrandt quedará impresionado de la forma en que el artista representa, con tanta majestuosidad y precisión, la textura de algunos encajes, terciopelos y piedras preciosas, quizás pensará que están sobrepuestas y son reales.
Otros ejemplos de cómo la virtualidad es parte inherente del ser humano, nos los expone Moreno (2002) señalando que tanto el mito de la caverna de Platón como la obra de Cervantes, El Quijote, son ejemplos de la confrontación que existe entre el mundo real y el virtual. En otras palabras, mucho antes de la era de las computadoras y por ende de la digitalización, ya la virtualidad era parte de nuestras vidas.
Con el advenimiento de las tecnologías digitales, algunas definiciones de la virtualidad son modificadas ya que la representación de objetos y eventos se lleva a cabo en contextos digitalizados. Revisemos la definición de José Silvio:
La virtualización es un proceso y resultado al mismo tiempo del tratamiento y de la comunicación mediante computadora de datos, informaciones y conocimientos. Más específicamente, consiste en representar electrónicamente y en forma numérica digital (mediante unos y ceros) objetos y procesos que encontramos en el mundo real. En el contexto de la educación, la virtualización puede comprender la representación de procesos y objetos asociados a actividades de enseñanza y aprendizaje, investigación y gestión, así como objetos cuya manipulación permite al usuario, realizar diversas operaciones a través de INTERNET (Silvio, 2004, p. 19).
Tal como lo indica Silvio (2004), la virtualidad, entendida como la representación electrónica, es una consecuencia directa del uso de las computadoras e Internet, de la evolución tecnológica. Esta revolución ha transformado el quehacer de la educación en general y particularmente la educación a distancia. Es decir, cuando usamos plataformas tecnológicas para representar digitalmente eventos del proceso de enseñanza y de aprendizaje, estamos virtualizando. El ejemplo más evidente es el uso de los sistemas para administración del aprendizaje (Learning Management System, LMS), tales como Moodle o Blackboard. En ellos es posible crear y diseñar ambientes para la comunicación, la entrega de contenidos, la interacción, la colaboración, entre otros aspectos propios de un aula tradicional, con la diferencia de que quienes participan están geográficamente dispersos y pueden acceder de manera tanto sincrónica como asincrónica.
El uso intensivo, que la sociedad está haciendo de las aplicaciones y servicios de la web, provoca, en las instituciones de educación superior, un repensar sobre cómo pueden aprovechar las ventajas que provee la virtualidad, para brindar mayor cobertura y nuevas ofertas académicas. Evans y Nation (2003) advierten que esta influencia hace
… repensar la teoría y práctica de la educación a distancia y el desarrollo de la internet basada en tecnologías educativas. Los temas de interacción y diálogo, los cuales han tenido un lugar importante en la teoría y práctica de la educación a distancia, necesitan ser reconsiderados y reformulados bajo esta nueva perspectiva (p.777).
Estos autores también exponen que, un buen diseño educativo, considera no solo las facilidades de interacción, sino también la influencia que el contexto del estudiante puede ejercer en los procesos de aprendizaje, por esto, el compromiso activo solo puede ser posible si se hace uso de los recursos con los que este cuenta. Esto significa que no es posible, actualmente, pensar que la web solo un medio de entrega de la educación a distancia, porque es una influencia importante en el quehacer cotidiano de los estudiantes, es un medio de comunicación, transacción y relación (Evans y Nation, 2003).
Por lo tanto, la virtualidad no es en sí misma educación a distancia, es una forma de llevar a cabo los procesos. José Silvio (2004) establece tres variables para medir los grados de virtualización de una oferta académica: espacio, tiempo y virtualidad. Revisaremos brevemente cada una de ellas.
Las posibilidades que brindan las plataformas tecnológicas redefinen lo que conocemos como espacio. Bender (2003), al citar a Getrude Stein, señala que, la frase que pronunció al mismo tiempo que miraba alrededor de Los Ángeles, “no hay aquí, aquí”, es totalmente aplicable a las clases en línea, porque debemos hacer una clara diferenciación entre los conceptos de espacio y lugar. Robinson (citado por Bender, 2003) define el espacio como “un contenedor abstracto terminado por la distancia, la dirección y el tiempo", mientras que el lugar “existe dentro del espacio como una región localizada” (p.5), en otras palabras es geográfico, tiene coordenadas y límites definidos.
Según las definiciones del párrafo anterior, el concepto de aula que tradicionalmente hemos tenido, definido por el espacio físico, ubicado en un lugar geográfico ha cambiado. Actualmente, puede concebirse en la virtualidad, en un espacio intangible y localizable solo por medio de direcciones URL (Uniform Resource Locator) ubicadas en la web, “el lugar dentro del ciberespacio es creado y definido por un programa de computadora” (Bender, 2003, p. 5). Esta nueva concepción del espacio, hace posible que los actores y los recursos del proceso de enseñanza y de aprendizaje estén dispersos y que los contextos en los cuales se desenvuelven sean más convenientes, aunque sean capaces de interactuar y compartir, tan bien, como si fuera un ambiente físico (Bender, 2003; Silvio, 2004).
La segunda variable, a la que se refiere Silvio (2004), es el tiempo. En el contexto, que favorecen las tecnologías de información y comunicación, es posible transitar desde procesos y eventos que ocurren de manera sincrónica, en tiempo real, a otros más flexibles que permiten la asincronía, la comunicación diferida. En otras palabras, ya no es necesario que todos los participantes de un proceso estén reunidos en un mismo lugar y en un mismo espacio temporal para poder comunicarse, socializar, compartir y colaborar, sino que, además de estar localizados en espacios distintos, existen herramientas que permiten la comunicación en tiempos diferentes, con la posibilidad de llevar perfectamente el hilo de la conversación.
Por último, “la tridimensionalidad en la cual se mueve la educación actual”, a la que hace referencia Silvio (2004, p.19), se cierra con la misma virtualidad. El autor señala que esta es producto del mismo proceso de virtualización y, de acuerdo al grado en el cual se muevan las otras dos variables (tiempo y espacio), podremos identificar los niveles de virtualidad. En otras palabras, si un curso exige a los estudiantes que presenten exámenes en un centro universitario o educativo de manera presencial, tiene tutorías presenciales y los entornos virtuales se usan solamente para llevar a cabo un foro o descargar documentos, podríamos calificarlo como un curso con bajo nivel de virtualidad. Por otro lado, si una oferta académica se lleva a cabo cien por ciento en línea, las actividades y los recursos están en un entorno virtual, la comunicación con el profesor, las tutorías y la entrega de las evaluaciones se hace en ese entorno, podemos calificar esa oferta como cien por ciento virtual.
Ahora bien, con los dos anteriores ejemplos, usted podría pensar en los niveles de virtualidad que pueden existir. Todo dependerá de cómo sea organizado el proceso.
Lea las páginas 17 a la 21 del artículo de José Silvio titulado El liderazgo en la gestión de la calidad de la educación a distancia como innovación.
Según esta lectura, ¿podríamos hacer una definición propia de un curso híbrido y un curso bimodal? ¿Hay diferencia entre estos dos conceptos? Escriba algunas ideas.
La triada espacio, tiempo y virtualidad plantea nuevos modelos de educación a distancia soportados en el uso de las tecnologías. Tal es el caso del blended learning (aprendizaje mezclado) y del mobile learning (aprendizaje móvil).
Garrison y Vaughan (2008) advierten que el reconocimiento del aprendizaje mezclado no es tan obvio. Debe entenderse como “la fusión reflexiva de las experiencias de aprendizaje cara a cara y en línea” (p.5). En otras palabras, es la combinación de dos tipos de modelos de aprendizaje, el presencial y el virtual. García, Ruiz y Domínguez (2007) llaman a este modelo semipresencial, mixto o híbrido.
Aunque la definición de blended learning encierra cierta simpleza, no es tan fácil como aparenta. En primer lugar, aconsejan Garrison y Vaughan (2008), hay que considerar que la comunicación cara a cara es oral, mientras que la comunicación en línea es predominantemente escrita. Esto significa que los actores del proceso deben desarrollar destrezas para la escritura y conocer las normas que rigen la comunicación a través de medios electrónicos. También, los autores señalan una segunda consideración, el error frecuente de pensar que el aprendizaje mezclado es, solamente, colocar parte de la propuesta didáctica en una plataforma tecnológica. Algunos docentes tienden a confundirse, al creer que bastará con volcar algunos contenidos y crear una o dos actividades en el entorno en línea. El aprendizaje mezclado demanda una reestructuración didáctica, en la que deben ser estimadas las fortalezas de la presencialidad y de la virtualidad; además, deben establecerse cuáles actividades se llevarán a cabo y cuáles recursos se usarán, en cada uno de los contextos y porqué.
La diferencia fundamental, entre una oferta académica blended learning y una bimodal, es que, la primera, considera en una misma oferta tanto la presencialidad como la virtualidad; mientras que, la segunda, es una oferta académica que se presenta en dos modalidades por elegir, por esa razón el uso del prefijo bi: o es presencial o es virtual, cada una de esas modalidades es exclusiva, no se mezclan entre sí.
Otra propuesta innovadora, derivada de las ventajas de la virtualidad y de la expansión mundial en el uso de teléfonos móviles y tabletas, es el aprendizaje móvil, en inglés mobile learning o m-learning. Este modelo de aprendizaje usa los dispositivos móviles para asegurar la portabilidad y la ubicuidad. Entendemos, por dispositivos móviles, todos aquellos que permitan la portabilidad, como: teléfonos, computadoras portátiles, tabletas, reproductores de audio, agendas electrónicas, lapiceros digitales, etc., desde los cuales es posible acceder a herramientas de la web 2.0, para garantizar la interactividad del usuario con los contenidos y con otros usuarios (García, et al., 2007; Smaldino, Lowther y Russell, 2008). Claro está, como lo señalan García y sus colegas (2007), que el aprendizaje móvil depende de la estructura inalámbrica, de la conectividad.
Pese a la limitada conectividad, que enfrentan muchas regiones y países, no se puede negar el aumento exponencial, en la oferta de aplicaciones para dispositivos móviles. El informe de Distimo (Koekkoek, 2011), señala que más de un millón de aplicaciones fueron puestas a la venta en las diferentes tiendas virtuales. Los informes del Horizon del New Media Consortium (Johnson, Adams y Cummins, 2012) ya señalaban, la adopción de teléfonos inteligentes y tabletas en educación superior, desde el año 2012 y mucho antes.
Profundice en las posibilidades del aprendizaje móvil, lea este artículo de
Brenes, O., Salas, I. & Valerio, C. (2014). Razones y consideraciones para la implementación del aprendizaje móvil en la UNED: realidades y desafíos. Revista Innovaciones Educativas 16(21), pp. 31-41.