Globambiente

La sombra mineral de la energía limpia: Cómo la transición ecológica puede profundizar la injusticia global

Plantel minero, fuente Tyna Janoch. Licenciamiento libre, tomado de Pixabay.com

La imagen que se propone es poderosa: autos eléctricos deslizándose silenciosamente por ciudades limpias, techos cubiertos de paneles solares, enormes turbinas eólicas girando en campos verdes. Así muchos imaginamos el futuro sostenible, no obstante hay algo que esta visión no muestra y que ocurre a miles de kilómetros de distancia, en las minas de litio de los Andes, en los túneles polvorientos del Congo o en la selva amazónica de Brasil.

Ahí, en el otro extremo de la cuerda, hay comunidades que no conocen de carros Tesla ni de energías renovables, pero viven las consecuencias de este sueño verde. Me refiero a los grupos de personas en el sur global que extraen los minerales raros que mueven al mundo limpio, pero viven entre aguas contaminadas, ecosistemas arrasados y promesas vacías.

Energía limpia pero huellas sucias (y profundas)

Existen múltiples investigaciones, como la de Rafael Almeida y Mark Jackson que abordan la llamada transición energética (entiéndase como el paso global de combustibles fósiles a fuentes renovables) la cual depende, intensamente, de elementos como el litio, cobalto, níquel y otros minerales de tierras raras, componentes indispensables de las baterías de los autos eléctricos o de los teléfonos inteligentes, ni tampoco hardware informático, materiales para construcción, equipo militar, o hasta materiales de construcción.

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La historia no es tan limpia como parece. En países como Bolivia, Argentina y Chile, la extracción de litio consume millones de litros de agua en zonas desérticas donde las comunidades indígenas ya enfrentan escasez hídrica (ya en otro artículo habíamos hablado de la huella hídrica). En el Congo, África, el 70% del cobalto mundial se extrae en condiciones precarias, muchas veces por niños que excavan sin protección a cambio de unos pocos centavos.

Es un sacrificio silencioso por un planeta sostenible. ¿Pero sostenible para quién?

La nueva fiebre del oro ¿Puede repetirse el pasado?

Los países industrializados (los mismos que se abordan en el libro Globalización y Ambiente de Cambronero como Estados Unidos, Japón, Alemania, Italia, Francia, Reino Unido y otros), conocidos como países del Norte global, donde se diseñan las políticas para «enfrentar al cambio climático», se giran directrices para las tecnologías y los compromisos de descarbonización, consumen la mayor parte de estos minerales, sin embargo no cargan con los impactos de su extracción, es decir, con las consecuencias ambientales y sociales de su extracción; eso, por otra parte, lo hace el Sur global (países del tercer mundo con recursos naturales de interés), que queda con las cicatrices en la tierra (y en el alma)

Almeida y Jackson proponen una reflexión respecto a la transición energética desde una perspectiva de justicia social a nivel global. “No se trata solo de cambiar la fuente de energía, sino de cambiar quién decide, quién gana y quién paga”, señalan lo autores. Pues, si la transición verde repite las viejas lógicas coloniales de despojo, explotación e indiferencia silenciosa, no será justa; será, simplemente, otra una forma de neoextractivismo, aunque con mejor imagen de marca.

Y es que existen gobiernos que están dirigiendo sus políticas hacia la apropiación de estos minerales, como Estados Unidos. Hay una nueva fiebre del oro, ahora por los minerales de tierras raras, según el documental de Arte.TV.

En esta nueva fiebre, no solo los pobladores del Sur global se ven afectados, sino sus recursos naturales y también el patrimonio mundial, incluyendo los fondos marinos de ultramar. En ese sentido, existen interesantes artículos que explican la riqueza que contienen algunos fondos marinos de minerales raros, como el de la periodista Gabriela Ramírez de la BBC titulado Minería en aguas profundas: ¿Una solución o un problema más para nuestros océanos?

La globalización energética está creando un nuevo mapa de poder. El Norte global diseña e impone la hoja de ruta hacia una economía descarbonizada pero delega al Sur Global el peso de extraer, procesar y pagar los costos sociales y ambientales de los materiales que alimentan esa transición.

Datos curiosos, pero preocupantes

  • Una batería de auto eléctrico puede requerir más de 60 kg de minerales críticos.
  • Se estima que en 30 años se extraerán más minerales que en toda la historia de la humanidad.
  • Muchos pueblos indígenas nunca fueron consultados antes de que iniciaran las operaciones mineras en sus territorios.
  • Algunas tecnologías verdes dependen de procesos altamente contaminantes, especialmente en el refinado de tierras raras.
  • China, aunque no tiene la mayoría de reservas de tierras raras, domina más del 80% de su procesamiento. Esto crea una nueva dependencia geopolítica global.
  • Ucrania tiene alto potencial de reservas de este tipo de minerales, una de las razones por la que se está gestando la guerra con Rusia.

¿Cómo lograr un futuro limpio sin ensuciar el presente?

Esta es una gran pregunta, y aunque el panorama pinta complicado, es posible realizar la transición de manera menos agresiva y desigual, por ejemplo, la implementación de tecnologías que usen menos minerales, que puedan reciclarse, repararse, y no dependan del abuso ambiental, basarse en procesos de economía circular, extrayendo menos y reutilizando más (muchos de los componentes electrónicos que se desechan tienen un alto contenido de minerales que pueden aprovecharse nuevamente).

Debe solicitarse a las empresas y a los gobiernos una mejor transparencia de sus procesos, mejorando la trazabilidad de sus materiales, rastreando de dónde vienen los minerales, quienes los extraen y bajo qué condiciones. Debe haber una política de trazabilidad ética más robusta.

La puesta en marcha de procesos de justicia ambiental en la que las comunidades tenga voz y voto real y equitativo en los proyectos de neoextractivismo, como el de la minería, y se generen insumos para beneficiar a las comunidades locales y compensaciones ambientales reales y serias.

Para investigar

¿Puede la transición energética considerarse realmente “sostenible” si implica impactos negativos para comunidades vulnerables en el Sur Global? ¿Qué indicadores deberíamos usar para medir la sostenibilidad de la energía más allá de las emisiones de carbono?

¿Cómo se pueden lograr verdaderos mecanismos para disminuir las desigualdades entre países industrializados y subdesarrollados respecto a la minería de tierras raras?

¿Hasta qué punto estamos dispuestos como sociedad a cambiar nuestros patrones de consumo para lograr una transición energética más justa?

¿Qué implicaría para las empresas y usuarios aceptar dispositivos más duraderos, compartidos o reparables?

Referencias

Brown, D., Zhou, R., & Sadan, M. (2024). Critical minerals and: Rare earth elements in a planetary just transition: an interdisciplinary perspective. The Extractive Industries and Society, 19, 101510.

Calles silenciadas, basura visible: cómo el anonimato urbano y la desigualdad social están alimentando los vertidos ilegales en las ciudades globalizadas

Edificios en Bruselas. Fuente Petar Starčević. Licencia libre en Pexels.

En una ciudad como Bruselas, capital de Bélgica, que alberga a las principales instituciones de la Unión Europea (como el Parlamento de la Unión Europea, la Comisión Europea, la OTAN, entre otros) uno pensaría que el ornato y la limpieza urbana están garantizadas. Sin embargo, un estudio reciente realizado por las investigadoras de la Universidad Católica de Lovaina, Madeleine Guyot, Isabelle Thomas y Sophie O. Vanwambeke revela un fenómeno silencioso y persistente: los vertidos ilegales de residuos, que lejos de ser ocasionales o fortuitos, están profundamente conectados con la configuración urbana, el tejido social y las contradicciones de la globalización.

El Atomium En Bruselas

El Atonium, Bruselas. Fuente Nathalia Rosa. Licencia libre en Pexels.

El paper, titulado From Complaints to Insights, analiza más de 45000 reportes de vertidos ilegales registrados entre 2017 y 2020 en la aplicación Fix My Street, una plataforma digital que permite a los habitantes de Bruselas denunciar incidentes en el espacio público. Al comparar estos reportes con otros 53000 incidentes no relacionados con este tipo de actos «incivilizados», las autoras pudieron identificar patrones con una precisión geográfica sin precedentes.

Los datos son contundentes en constatar que el vertido ilegal tiende a ocurrir en calles residenciales, estrechas, silenciosas y de bajos ingresos. También es más común “bajo árboles” —no por razones naturales, sino por el encubrimiento visual que ofrecen—, lo que pone en entredicho la idea de que más áreas verdes siempre mejoran la calidad urbana. Parece increíble que en una ciudad de primer mundo como Bruselas se de este tipo de contaminación «de a callado» por parte de algunos de sus habitantes, pero de hecho, lo es.

En dicho estudio los factores más significativos hallados por las investigadoras destacan: la reincidencia geográfica del vertido de residuos, es decir, donde ya se han depositado residuos es más probable que vuelva a ocurrir, a esto se le conoce como el efecto de «ventanas rotas», teoría propuesta por Kelling y Coles. Otro hallazgo del estudio es que en áreas con menor ingreso per cápita presentan niveles mucho más altos de vertido ilegal, teniendo este tipo de delitos ambientales una alta correlación con niveles socioeconómicos bajos.

Otra conclusión de la investigación de las autoras es que las áreas con menos ruido de tráfico son más vulnerables al desecho clandestino, por lo que, se aprovecha el silencio y la soledad de las calles para verter, de manera ilegal los desechos.

Desmarcándose de los estereotipos que asocian el desorden urbano con zonas industriales o con la periferia, el estudio muestra que muchas veces es el propio entorno residencial, desprovisto de vigilancia policial y social así como de cohesión social, factores que pueden convertir un lindo barrio en el epicentro del caos.

Aunque el estudio se centra en Bruselas, sus implicaciones son mucho más amplias. Las dinámicas identificadas son extrapolables a otras “ciudades globales” donde la urbanización acelerada, el consumo masivo y la desigualdad social conviven en un mismo espacio físico.

Desde una perspectiva de globalización y su impacto en el ambiente, este fenómeno evidencia cómo las ciudades están absorbiendo los residuos de un sistema de producción y altísimo consumo de cuota globalizada sin contar con los mecanismos comunitarios o institucionales adecuados para gestionarlos.

Dicen textualmente las autores que “estamos viendo cómo el anonimato urbano, potenciado por la fragmentación social y la movilidad residencial propia de la globalización, erosiona el control social informal que solía prevenir estas prácticas”, explica el estudio.

Ejemplos de vertido ilegal reportado en la app Fix My Street, tomado del estudio de las investigadoras.

En ese sentido, en las ciudades nos estamos haciendo más individualistas, el concepto de barrio como un tejido de relaciones sociales cordiales, de apoyo y tertulia han mutado a sitios fríos, amurallados física o funcionalmente. La información derivada de este estudio es una consecuencia de este fenómeno, entre otros factores.

La geografía y la tecnología pueden ayudar a orientar las políticas públicas

Las tecnologías de información geográfica (SIG, sensores remotos, Apps de localización, entre otros) y el análisis geográfico son poderosas e invaluables herramientas para orientar políticas públicas más efectivas, equitativas y basadas en evidencia, especialmente en contextos urbanos y ambientales, estas permiten discernir dónde ocurren los problemas, determina patrones territoriales y riesgos, y puede mejorar la asignación de recursos.

En lo que respecta a la investigación descrita, el valor del enfoque empleado (uso de datos ciudadanos geolocalizados) se basa en su aplicabilidad, a bajo costo y con software libre, para diseñar intervenciones urbanas dirigidas. Las autoras proponen que los tomadores de decisión utilicen estos datos espaciales, no solo para detectar puntos críticos en cuanto al problema de los desechos clandestinos, sino también, para evaluar el impacto real de las campañas de limpieza y las inversiones estatales en el espacio público.

Asimismo, las autoras proponen incorporar indicadores innovadores como el flujo peatonal o la calidad percibida del entorno, variables que podrían ser recolectadas mediante sensores urbanos o participación ciudadana.

Una conclusión que podemos obtener es que la limpieza urbana no es solo un tema de tener barrenderos en las calles o de aplicar multas por delitos, sino que se requiere más cohesión social, un trabajo interinstitucional, vinculando a los ciudadanos, promoviendo que estos se apropien de su barrio; un reflejo directo de la justicia social, la participación ciudadana y el diseño urbano. En este mundo globalizado donde las ciudades enfrentan una presión creciente de consumo de recursos y de aumento demográfico, entender estos vínculos es clave para diseñar y rehabilitar espacios urbanos habitables, sostenibles y equitativos, no solo en latitudes europeas sino en nuestras ciudades latinoamericanas.

Para investigar

¿Ante la deposición de residuos clandestinos en Bruselas y en otras ciudades globalizadas qué soluciones pueden implementarse para evitar o disminuir el problema?

¿Qué otros ejemplos de problemas ambientales encontramos en las ciudades hoy?

¿Conoces otros ejemplos en que los Sistemas de Información Geográfica (SIG) y la tecnología geoespacial hayan ayudado a explicar y analizar problemas ambientales, elaborando mejores políticas públicas?

¿En qué otros aspectos puede ser útil los SIG?

Referencias

Guyot, M., Thomas, I., & Vanwambeke, S. O. (2022). Is illegal dumping associated with some urban designs? Evidence from fix my street data, Brussels.

Las redes sociales y la paradoja de la globalización

La historia de los medios de comunicación es larga a través de la historia y con amplia teoría. Cada tecnología y medio de comunicación ha evolucionado de forma distinta, algunos fusionándose con el paradigma de la sociedad, otros operando en segundo plano o desapareciendo. Acá vamos a referirnos a las redes sociales como los medios de comunicación de moda por las tecnologías digitales de la información y la comunicación en los que se insertan y por la forma en la que se han implantado en nuestras vidas.

Existen múltiples definiciones de redes sociales, por ejemplo la de Celaya (2008, citada por Hütt, 2012), con la cual nos vamos a quedar por su simplicidad. Este define a las redes sociales como «lugares en Internet donde las personas publican y comparten todo tipo de información, personal y profesional, con terceras personas, conocidos y absolutos desconocidos”. Según lo anterior sitios como youtube, Waze o aplicaciones como WhatsApp son redes sociales.

Las redes sociales han desempeñado un papel crucial en la promoción y aceleración de la globalización. Estas plataformas han eliminado las barreras físicas y geográficas, permitiendo que las personas de todo el mundo se conecten instantáneamente y de manera ubicua (en cualquier parte del mundo, mientras haya internet). Los usuarios pueden compartir experiencias culturales, intercambiar ideas y estar al tanto de los eventos internacionales en tiempo real; en ese sentido, Castells (2009) en su obra «Comunicación y poder» afirma que» las redes sociales han facilitado la creación de una «sociedad red,» donde la información fluye libremente y sin restricciones.

Aunque muchos abogan por la democratización, la difusión sociocultural y el sentido de pertenencia de las redes sociales, paradójicamente han fomentado el tribalismo (determinada visión fragmentada que «lleva razón» según sus defensores frente a otras, promoviendo cierto enfrentamiento con otros grupos) y la polarización. Las plataformas sociales tienden a agrupar a los usuarios en burbujas de opinión, donde interactúan, principalmente, con aquellos que comparten sus puntos de vista (Sunstein, 2017). Dicha circunstancia puede dar lugar a la formación de comunidades en línea que se radicalizan y se distancian aún más de otras perspectivas.

Aunado a lo anterior, la propagación de noticias falsas y la desinformación en redes sociales también han contribuido al aumento del tribalismo. La gente tiende a creer y compartir información que confirman sus creencias preexistentes, reforzando las divisiones y dificultando el diálogo racional (Pennycook y Rand, 2019). Las noticias falsas y desinformación son utilizadas por influencers, corporaciones y medios de comunicación para atraer visitas y generar mayor tráfico en internet pero con consecuencias nefastas para el razonamiento, la democracia y la cohesión social.

De acuerdo con Byung-Chul Han (2022) «La democracia se convierte en telecracia. El entretenimiento es el mandamiento supremo, al que también se somete la política. El esfuerzo del conocimiento y la percepción se sustituye por el negocio de la distracción. La consecuencia es una rápida decadencia del juicio humano. Hay una amenaza inequívoca en ella, hace al público inmaduro o lo mantiene en la inmadurez. Y toca la base social de la democracia». De esta manera el discurso político y el acontecer de hechos en su forma integral «El discurso degenera en espectáculo y publicidad».

Las campañas políticas son ganadas en redes sociales, gracias a información falsa polarizada, a través de diferentes estrategias. Según Vlaicu (2021) «Las prácticas de las redes sociales, como los bots, el spam, los trolls y los ciborgs, son especialmente comunes en época de elecciones. Producen noticias falsas, publicaciones virales, lenguaje provocativo e incivilidad, que se han convertido en sinónimos del uso de las redes sociales en las elecciones».

En las campañas electorales entendidas
como guerras de información, no son ya los mejores argumentos los
que prevalecen, sino los algoritmos más inteligentes. En esta
infocracia, en esta guerra de la información, no hay lugar para el
discurso.

Byung-Chul Han, 2022

Sin darnos cuentas somos rastreados, estudiados y analizados por algoritmos inteligentes diseñados en las redes sociales para diversos fines, determinando procesos sociales, políticos y económicos. Dichos algoritmos, unidos a la infraestructura y diseño web de la red social, nos mantienen atados a revisar el contenido que en estas se genera, por ejemplo, el scroll infinito en dispositivos móviles.

Pues hay muchísimo de que hablar acerca de las redes sociales en muchos contextos, por ello no es intención de este artículo ahondar en las aristas de esta compleja temática. Las redes sociales son inherentes de la globalización y han tenido un impacto significativo a nivel mundial, si bien permitiendo una mayor conectividad global y una participación ciudadana más amplia, también contribuyendo a la formación de comunidades polarizadas, la propagación de la desinformación y la influencia en nuestros hábitos y decisiones. Como individuos y como sociedad, es fundamental abordar estos desafíos y encontrar un equilibrio para aprovechar el potencial positivo de las redes sociales mientras se mitigan los efectos negativos anteriormente citados. Las redes sociales pueden ser medios de comunicación para crear, por ejemplo, comunidades de aprendizaje, pero también pueden ser herramientas de distracción para alejarnos de lo realmente importante.

¿Cuál es entonces la paradoja de las redes sociales como instrumento de la globalización?
¿Cuál es tu opinión de las redes sociales?

¿Cuánto tiempo las usas y para qué fines?

Las respuestas a estas preguntas o simplemente tu perspectiva de este tema podés comentarlo abajo

Referencias

Byung-Chul, H. (2022). Infocracia: La digitalización y la crisis de la democracia. Taurus.

Castells, M. (2009). Comunicación y poder. Alianza Editorial.

Hütt, H. (2012). Las redes sociales: Una nueva herramienta de Difusión. Reflexiones, vol. 91, núm. 2. Universidad de Costa Rica. Recuperado de https://www.redalyc.org/pdf/729/72923962008.pdf

Pennycook, G., y Rand, D. G. (2019). Fighting misinformation on social media using crowdsourced judgments of news source quality. Proceedings of the National Academy of Sciences, 116(16), 7662-7669.
Sunstein, C. R. (2017). #Republic: Divided democracy in the age of social media. Princeton University Press

Vlaicu, R. (2021). ¿Las redes sociales están transformando las elecciones en América Latina? BID. Ideas que cuentan. Recuperado de https://blogs.iadb.org/ideas-que-cuentan/es/las-redes-sociales-estan-transformando-las-elecciones-en-america-latina/.

Neoextractivismo y transferencia de costos ambientales

Imagínate a una madre que ordena a su hijo a barrer la casa. Este chico, con poco ánimo, se pone a barrer y en lugar de traer la palita y o llevar al basurero los residuos, decide ocultarlos debajo de la alfombra. Cuando la madre o el padre vuelvan a barrer se encontrarán con un basurero, literalmente; su hijo les ha transferido el costo.

Una analogía similar ocurre con la extracción y explotación de los recursos naturales; los países desarrollados aplican medidas, en teoría, sostenibles, promueven energías alternativas y establecen políticas para regular la explotación de los recursos que poseen sus países, como proteger sus bosque, sin embargo, importan materias primas de países en vías de desarrollo, los cuales aún aplican técnicas de extracción atrasadas y prácticas insostenibles; esto se llama transferencia de costos ambientales, producto del neoextractivismo que promueve la globalización.

El neoextractivismo es una estrategia adoptada por países en vías de desarrollo para aprovechar sus recursos naturales como motor de crecimiento en los ciclos económicos. Este modelo, ya arraigado en la región latinoamericana desde la época de la conquista europea (llamado extractivismo) se basa en la exportación de materias primas como petróleo, minerales, madera o agricultura intensiva, para obtener ingresos y divisas en el mercado internacional (Gudynas, 2011). América Latina es una de las regiones donde este fenómeno ha sido más notorio, pero también se ha extendido a otras partes del mundo. El neoextractivismo, a diferencia de su primigenio concepto de extractivismo, se basa en tendencias de la globalización, en ese sentido, Svampa (2019) afirma que “no por casualidad, ante los progresismos reinantes, el neoextractivismo volvió a instalar con fuerza la ilusión desarrollista, expresada en la idea de que, gracias a las oportunidades brindadas por el nuevo auge de las commodities y más aún del papel activo del estado, sería posible lograr el desarrollo”.

Una de las principales críticas al neoextractivismo es la transferencia de costes ambientales, la cual ocurre cuando los impactos negativos de la extracción o explotación de recursos, como la contaminación del agua, la degradación del suelo, la deforestación, la pérdida de biodiversidad, entre otras, recaen desproporcionadamente sobre las comunidades locales y el entorno natural local y nacional.

La transferencia de costes ambientales tiene múltiples dimensiones. Por un lado, las empresas transnacionales que llevan a cabo la extracción pueden estar sujetas a regulaciones más laxas en países en vías de desarrollo, lo que les permite eludir estándares ambientales más estrictos (Barbier, 2005). Por otro lado, las ganancias obtenidas por la venta de los recursos naturales no se reinvierten adecuadamente en programas de mitigación o en la restauración ambiental, lo que perpetúa la degradación del entorno (Bebbington et al., 2008). Bajo esa misma premisa, en países desarrollados, se establecen políticas que regulan la explotación de recursos naturales dentro de sus fronteras, pero que las importan de otros países, transfiriendo el daño ambiental y la explotación en otros países, en su mayor parte, subdesarrollados.

Las comunidades locales circundantes a las zonas de extracción o explotación de recursos son las más afectadas por la transferencia de costes ambientales. Estos recursos naturales suelen ser una parte fundamental de su subsistencia, incluso de su identidad, sin embargo, por causa de la contaminación y degradación causadas por el neoextractivismo, amenazan su seguridad alimentaria, salud y calidad de vida (Acosta, 2009), además de que enfrentan problemas sociales como el éxodo del campo la ciudad, la pérdida de tierras y la ruptura de su tejido social (Bridge, 2004). Dichas comunidades son las más afectadas al no tener resiliencia ante las tendencias que esta voraz práctica.

Son muchos los ejemplos de neoextractivismo y transferencia de costos ambientales, el más popular, por ser de la región es la explotación de recursos forestales en la Amazonía, por ejemplo, en Brasil, la tala ilegal y la expansión de la ganadería han acelerado enormemente la deforestación, lo que ha afectado negativamente a las comunidades indígenas locales, menguando la flora y fauna nativas (Aragão et al., 2014).

Otro ejemplo lo encontramos en África, La extracción de minerales en países como Tanzania, Namibia, Mozambique o Zambia, también ha generado transferencia de costos ambientales, como la contaminación atmosférica e hídrica. Un estudio en este último país determinó que la minería del cobre provocó altos niveles de emisiones de gases y partículas que afectaron la salud de las comunidades cercanas (Kapasa et al., 2017).

Entonces ¿Lo que percibimos en países desarrollados es una ilusión? En realidad, lo es a pesar del avance de la tecnología y de los lentos progresos en políticas regulatorias nacionales y convenios internacionales.

Pero… ¿qué hacer entonces? Conviene repensar el modelo de neoextractivismo en países en vías de desarrollo, y en la estructura que tenemos de mercado global actualmente. Debe buscarse alternativas más sostenibles y equitativas para todos los países; en esa línea Gómez-Baggethun et al., 2013 recomiendan diversificar las economías y fomentar el desarrollo de sectores que generen empleo y riqueza sin agotar los recursos naturales. La inversión en energías renovables de forma equitativa, la promoción de la economía circular y el desarrollo de prácticas agrícolas sostenibles pueden ser parte de la solución.

Por otra parte, otras medidas se centran en la gobernanza y empoderamiento local; la participación significativa de las comunidades locales y los grupos vulnerables en la toma de decisiones relacionadas con el uso de los recursos es esencial para garantizar la sostenibilidad y equidad, promoviendo sus derechos territoriales y reconociendo sus saberes tradicionales como una base para la gestión sostenible y la conservación.

Lamentablemente, en este mundo global, cada vez hay mayor polarización entre ricos y pobres, ganadores y perdedores; la transferencia de costes ambientales a países en vías de desarrollo es un problema serio y agudo que requiere acciones urgentes; un desafío para sus países, pero, a la larga, también para la comunidad global. Para lograr un desarrollo verdaderamente sostenible, es imprescindible ir aplicando una gestión responsable de los recursos, considerando tanto los impactos ambientales como las dimensiones sociales y económicas, y garantizando la participación activa de las comunidades locales y los grupos vulnerables en la toma de decisiones. Los instrumentos políticos y la movilización social pueden ser canalizados para lograr estos avances y evitar que la basura se quede debajo de la alfombra.

Referencias:

Acosta, A. (2009). El Buen Vivir o la Disolución de la Idea del Progreso. Íconos, Revista de Ciencias Sociales, (33), 109-125.

Aragão, L. E., Anderson, L. O., Fonseca, M. G., Rosan, T. M., Vedovato, L. B., Wagner, F. H., … & Barlow, J. (2014). «Spatial patterns and fire response of recent Amazonian droughts». Geophysical Research Letters, 41(20), 7545-7552.

Barbier, E. B. (2005). Natural resources and economic development. Cambridge University Press.

Bebbington, A., Bebbington, D. H., Bury, J., Lingan, J., & Muñoz, J. P. (2008). Mining and social movements: struggles over livelihood and rural territorial development in the Andes. World development, 36(12), 2888-2905.

Gómez-Baggethun, E., de Groot, R., Lomas, P. L., & Montes, C. (2013). The history of ecosystem services in economic theory and practice: From early notions to markets and payment schemes. Ecological Economics, 120, 262-273.

Gudynas, E. (2011). Diez tesis urgentes sobre el nuevo extractivismo. Contextos y demandas bajo el progresismo sudamericano actual. Ecología Política, 41-61. Kapasa, C. K., Ndenga, E., & Mwase, V. (2017). «Environmental and health impact of mining on surrounding communities: A case study of Kansanshi Mine in Solwezi, Zambia». International Journal of Environmental Research and Public Health, 14(8), 859.

Svampa, M. (2019) Las fronteras del neoextractivismo en América Latina: conflictos socioambientales, giro ecoterritorial y nuevas dependencias. UCR. San José.

Obsolescencia programada (mito o realidad)

¿Alguna vez habrás pensado qué poco duró en funcionamiento o sin dañarse determinado aparato (celular, computadora, electródoméstico o cualquier otro) desde que lo compraste y habrás concluido que las empresas hacen los productos «más malos» o que hay alguna conspiración entre las grandes empresas para obligar a los consumidores a comprar más? Bueno, quizá estés en lo cierto.

Desde la segunda mitad del siglo XX, el modelo económico ha cambiado drásticamente. La producción en masa de bienes se ha convertido en la norma, y se ha planificado su obsolescencia de tal manera que los consumidores se ven forzados a reemplazarlos en períodos cada vez más cortos. Esto ha tenido un impacto significativo en el consumo de recursos naturales, la generación de residuos y la sostenibilidad del planeta.

La obsolescencia programada se refiere a la planificación del fin de la vida útil de un producto. Es decir, se fabrica un producto con una vida útil limitada, con el objetivo de que el consumidor deba reemplazarlo en un tiempo determinado. La obsolescencia programada ha sido implementada por las empresas para aumentar sus ganancias, ya que obliga a los consumidores a comprar productos con mayor frecuencia.

Según Pyo et al. (2017), la obsolescencia programada se ha vuelto cada vez más común en la actualidad. Además, los autores señalan que la obsolescencia programada puede llevar a un aumento en el uso de recursos naturales y en la generación de residuos, lo que puede tener un impacto significativo en la sostenibilidad del planeta.

Aunque la obsolescencia programada se ha vuelto cada vez más común en la actualidad, no es un fenómeno nuevo. En la década de 1920, los fabricantes de bombillas comenzaron a reducir deliberadamente su vida útil, con el objetivo de aumentar las ventas. Según Della Vedova y Briones (2017), la planificación de este proceso sido utilizada desde hace décadas en una gran variedad de productos, incluyendo electrodomésticos, teléfonos móviles, computadoras y automóviles.

la obsolescencia programada ha llevado a un cambio en la forma en que los consumidores ven los productos. En lugar de considerarlos como objetos valiosos que deben durar mucho tiempo, los consumidores ven los productos como desechables y temporales. Esto ha llevado a un aumento en la cultura del consumo, en la que los consumidores buscan constantemente productos nuevos y más avanzados, lo que a su vez ha llevado a un aumento en la demanda de recursos naturales.

Stahel (2010)

Frente a esta problemática, algunos consumidores han comenzado a tomar medidas para reducir su consumo y promover la sostenibilidad. Por ejemplo, el movimiento del minimalismo ha ganado popularidad en los últimos años, promoviendo un estilo de vida en el que se busca tener menos posesiones y reducir el consumo. Además, organizaciones y gobiernos también han comenzado a tomar medidas para abordar la problemática de la obsolescencia programada y su impacto en el consumo de recursos naturales. Por ejemplo, la Unión Europea ha implementado una legislación que exige a los fabricantes producir productos más duraderos y fáciles de reparar.

Ejercicio

Nota: estos promedios son estimaciones de uso de muchos consumidores, sin embargo, el periodo de vida útil varía en frecuencia de uso, marca, condiciones de cuidado, entre otros.

La obsolescencia programada y su impacto en el consumo de recursos naturales es un problema complejo y multifacético. A lo largo de la historia, la planificación de la obsolescencia ha sido utilizada para aumentar las ganancias de las empresas, lo que ha llevado a un aumento en el consumo de recursos naturales y la generación de residuos. Sin embargo, los consumidores, organizaciones y gobiernos también han comenzado a tomar medidas para abordar esta problemática y promover la sostenibilidad.

Referencias bibliográficas:

Della Vedova, M. L., & Briones, G. (2017). La obsolescencia programada: un modelo económico a revisar. Revista de Economía y Estudios Empresariales, 4(1), 29-43.

Pyo, S., Park, H., Kim, S., & Hong, J. (2017). A study on the effect of built-in obsolescence on resource consumption. Sustainability, 9(12), 2184.

Stahel, W. R. (2010). The performance economy. Palgrave Macmillan.

Unión Europea. (2019). Directiva 2019/771 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 20 de mayo de 2019, relativa a determinados aspectos de los contratos de compraventa de bienes, por la que se modifica el Reglamento (CE) n.o 2006/2004 y la Directiva 2009/22/CE y se deroga la Directiva 1999/44/CE. DOUE L 136/28.

Y vos ¿Qué opinás acerca de este tema? Comentá si querés aportar a la discusión.

¿Fin de la pandemia, auge de la globalización?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció el viernes 05 de mayo de 2023 el fin de la emergencia por la COVID-19 que declaró hace más de tres años, a lo que, Nolan (2023) define como un «hito en el proceso errático del fin de una pandemia que ha dejado un saldo de millones de personas fallecidas en todo el mundo y ha trastornado la vida cotidiana de formas antes inimaginable».

Esta declaratoria no implica que la enfermedad se haya erradicado, de hecho, de acuerdo con expertos en epidemiología, esta enfermedad seguirá siendo parte de nuestra cotidianidad, pero no tendrá la letalidad que tuvo durante sus primeros años. Muchos países han levantado las medidas y restricciones que nos dejó esta pandemia, sin embargo, continúan las medidas de seguridad.

Pero ¿Cómo se relaciona la pandemia de COVID-19 con el proceso de la globalización? En realidad mucha, ambos fenómenos están relacionados; la propagación del virus ha sido facilitada por la globalización y la creciente interconexión de los países a nivel mundial. Según Blecher y Zedillo (2020), la globalización ha transformado el mundo en una economía global interconectada, lo que ha llevado a una mayor movilidad de las personas, el comercio y las finanzas. Esto ha sido un factor clave en la propagación del virus a nivel mundial, ya que la facilidad de los viajes internacionales y el comercio permitió que este coronavirus se haya propagado rápidamente de un país a otro.

En Latinoamérica la pandemia ha tenido un impacto negativo en las economías de la región, que ya estaban en una situación difícil antes de la misma (recordemos las crisis financieras como la de 2008 y muchas otras). La respuesta a la pandemia ha sido un desafío para los países de la región. Muchos países han implementado medidas de contención y distanciamiento social, lo que ha tenido un impacto negativo en las economías locales y nacionales. Además, la pandemia ha tenido un impacto en los sistemas de salud, que ya estaban sobrecargados antes de su aparición.

Las restricciones y medidas de confinamiento tomadas por los países ralentizaron considerablemente la actividad comercial impulsada por la globalización (transporte de mercancías, importaciones – exportaciones, oferta de servicios), siendo para el libre mercado una parálisis, que tuvo consecuencias económicas para la mayoría de la población, con el encarecimiento de productos, escasez de estos, además de la pérdida de empleos y otros agravantes. a pandemia ha exacerbado las desigualdades económicas y sociales, y ha afectado desproporcionadamente a las poblaciones más vulnerables. Los países con sistemas de salud débiles y limitados recursos económicos han sido los más afectados. Según Ghebreyesus (2020), la pandemia ha puesto de manifiesto la necesidad de abordar la salud mental de la población, especialmente en países de bajos y medianos ingresos.

Por otra parte, la pandemia vino a impulsar procesos tecnológicos que en Latinoamérica estaban en etapas embrionarias, por ejemplo el teletrabajo, el uso de herramientas de video comunicación en las empresas, centros educativos, en instituciones estatales y organizaciones con actores sociales. La pandemia también ha puesto de manifiesto la necesidad de una mayor cooperación internacional en la gestión de los riesgos globales; dicha cooperación ha sido un factor clave en la gestión de la pandemia.

Nos quedan, estimable lector o lectora, varias incógnitas de las que deberíamos reflexionar si queremos entender el panorama venidero:

¿Qué ventajas y desventajas ha dejado la pandemia por COVID-19 para mí y para los que me rodean?

¿Cuál será la tendencia de la economía nacional y mundial y cómo debería prepararme?

¿Podrán nuestros países latinoamericanos avanzar en el desarrollo económico o seguirán a la deriva?

¿Seguirá la globalización su tendencia creciente y consolidada como fenómeno multidimensional o tomará un camino distinto con rasgos diferentes a los que hemos visto hasta ahora?

Te invito a que comentes tus puntos de vista. Se recomienda revisar el libro de curso Globalización y Ambiente de Cambronero, en el capítulo 3, páginas de 275 a 312.

Referencias:

  • Blecher, L., & Zedillo, E. (2020). COVID-19 and Latin America’s health systems. The Lancet Respiratory Medicine, 8(6), 555-556.
  • Ghebreyesus, T. A. (2020). Addressing mental health needs: an integral part of COVID-19 response. World Psychiatry, 19(2), 129-130.
  • Nolen, S. (2023). La OMS declara el fin de la COVID-19 como emergencia internacional de salud. New York Times. Recuperado de https://www.nytimes.com/es/2023/05/05/espanol/covid-emergencia-oms.html

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