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Neoextractivismo y transferencia de costos ambientales

Imagínate a una madre que ordena a su hijo a barrer la casa. Este chico, con poco ánimo, se pone a barrer y en lugar de traer la palita y o llevar al basurero los residuos, decide ocultarlos debajo de la alfombra. Cuando la madre o el padre vuelvan a barrer se encontrarán con un basurero, literalmente; su hijo les ha transferido el costo.

Una analogía similar ocurre con la extracción y explotación de los recursos naturales; los países desarrollados aplican medidas, en teoría, sostenibles, promueven energías alternativas y establecen políticas para regular la explotación de los recursos que poseen sus países, como proteger sus bosque, sin embargo, importan materias primas de países en vías de desarrollo, los cuales aún aplican técnicas de extracción atrasadas y prácticas insostenibles; esto se llama transferencia de costos ambientales, producto del neoextractivismo que promueve la globalización.

El neoextractivismo es una estrategia adoptada por países en vías de desarrollo para aprovechar sus recursos naturales como motor de crecimiento en los ciclos económicos. Este modelo, ya arraigado en la región latinoamericana desde la época de la conquista europea (llamado extractivismo) se basa en la exportación de materias primas como petróleo, minerales, madera o agricultura intensiva, para obtener ingresos y divisas en el mercado internacional (Gudynas, 2011). América Latina es una de las regiones donde este fenómeno ha sido más notorio, pero también se ha extendido a otras partes del mundo. El neoextractivismo, a diferencia de su primigenio concepto de extractivismo, se basa en tendencias de la globalización, en ese sentido, Svampa (2019) afirma que “no por casualidad, ante los progresismos reinantes, el neoextractivismo volvió a instalar con fuerza la ilusión desarrollista, expresada en la idea de que, gracias a las oportunidades brindadas por el nuevo auge de las commodities y más aún del papel activo del estado, sería posible lograr el desarrollo”.

Una de las principales críticas al neoextractivismo es la transferencia de costes ambientales, la cual ocurre cuando los impactos negativos de la extracción o explotación de recursos, como la contaminación del agua, la degradación del suelo, la deforestación, la pérdida de biodiversidad, entre otras, recaen desproporcionadamente sobre las comunidades locales y el entorno natural local y nacional.

La transferencia de costes ambientales tiene múltiples dimensiones. Por un lado, las empresas transnacionales que llevan a cabo la extracción pueden estar sujetas a regulaciones más laxas en países en vías de desarrollo, lo que les permite eludir estándares ambientales más estrictos (Barbier, 2005). Por otro lado, las ganancias obtenidas por la venta de los recursos naturales no se reinvierten adecuadamente en programas de mitigación o en la restauración ambiental, lo que perpetúa la degradación del entorno (Bebbington et al., 2008). Bajo esa misma premisa, en países desarrollados, se establecen políticas que regulan la explotación de recursos naturales dentro de sus fronteras, pero que las importan de otros países, transfiriendo el daño ambiental y la explotación en otros países, en su mayor parte, subdesarrollados.

Las comunidades locales circundantes a las zonas de extracción o explotación de recursos son las más afectadas por la transferencia de costes ambientales. Estos recursos naturales suelen ser una parte fundamental de su subsistencia, incluso de su identidad, sin embargo, por causa de la contaminación y degradación causadas por el neoextractivismo, amenazan su seguridad alimentaria, salud y calidad de vida (Acosta, 2009), además de que enfrentan problemas sociales como el éxodo del campo la ciudad, la pérdida de tierras y la ruptura de su tejido social (Bridge, 2004). Dichas comunidades son las más afectadas al no tener resiliencia ante las tendencias que esta voraz práctica.

Son muchos los ejemplos de neoextractivismo y transferencia de costos ambientales, el más popular, por ser de la región es la explotación de recursos forestales en la Amazonía, por ejemplo, en Brasil, la tala ilegal y la expansión de la ganadería han acelerado enormemente la deforestación, lo que ha afectado negativamente a las comunidades indígenas locales, menguando la flora y fauna nativas (Aragão et al., 2014).

Otro ejemplo lo encontramos en África, La extracción de minerales en países como Tanzania, Namibia, Mozambique o Zambia, también ha generado transferencia de costos ambientales, como la contaminación atmosférica e hídrica. Un estudio en este último país determinó que la minería del cobre provocó altos niveles de emisiones de gases y partículas que afectaron la salud de las comunidades cercanas (Kapasa et al., 2017).

Entonces ¿Lo que percibimos en países desarrollados es una ilusión? En realidad, lo es a pesar del avance de la tecnología y de los lentos progresos en políticas regulatorias nacionales y convenios internacionales.

Pero… ¿qué hacer entonces? Conviene repensar el modelo de neoextractivismo en países en vías de desarrollo, y en la estructura que tenemos de mercado global actualmente. Debe buscarse alternativas más sostenibles y equitativas para todos los países; en esa línea Gómez-Baggethun et al., 2013 recomiendan diversificar las economías y fomentar el desarrollo de sectores que generen empleo y riqueza sin agotar los recursos naturales. La inversión en energías renovables de forma equitativa, la promoción de la economía circular y el desarrollo de prácticas agrícolas sostenibles pueden ser parte de la solución.

Por otra parte, otras medidas se centran en la gobernanza y empoderamiento local; la participación significativa de las comunidades locales y los grupos vulnerables en la toma de decisiones relacionadas con el uso de los recursos es esencial para garantizar la sostenibilidad y equidad, promoviendo sus derechos territoriales y reconociendo sus saberes tradicionales como una base para la gestión sostenible y la conservación.

Lamentablemente, en este mundo global, cada vez hay mayor polarización entre ricos y pobres, ganadores y perdedores; la transferencia de costes ambientales a países en vías de desarrollo es un problema serio y agudo que requiere acciones urgentes; un desafío para sus países, pero, a la larga, también para la comunidad global. Para lograr un desarrollo verdaderamente sostenible, es imprescindible ir aplicando una gestión responsable de los recursos, considerando tanto los impactos ambientales como las dimensiones sociales y económicas, y garantizando la participación activa de las comunidades locales y los grupos vulnerables en la toma de decisiones. Los instrumentos políticos y la movilización social pueden ser canalizados para lograr estos avances y evitar que la basura se quede debajo de la alfombra.

Referencias:

Acosta, A. (2009). El Buen Vivir o la Disolución de la Idea del Progreso. Íconos, Revista de Ciencias Sociales, (33), 109-125.

Aragão, L. E., Anderson, L. O., Fonseca, M. G., Rosan, T. M., Vedovato, L. B., Wagner, F. H., … & Barlow, J. (2014). «Spatial patterns and fire response of recent Amazonian droughts». Geophysical Research Letters, 41(20), 7545-7552.

Barbier, E. B. (2005). Natural resources and economic development. Cambridge University Press.

Bebbington, A., Bebbington, D. H., Bury, J., Lingan, J., & Muñoz, J. P. (2008). Mining and social movements: struggles over livelihood and rural territorial development in the Andes. World development, 36(12), 2888-2905.

Gómez-Baggethun, E., de Groot, R., Lomas, P. L., & Montes, C. (2013). The history of ecosystem services in economic theory and practice: From early notions to markets and payment schemes. Ecological Economics, 120, 262-273.

Gudynas, E. (2011). Diez tesis urgentes sobre el nuevo extractivismo. Contextos y demandas bajo el progresismo sudamericano actual. Ecología Política, 41-61. Kapasa, C. K., Ndenga, E., & Mwase, V. (2017). «Environmental and health impact of mining on surrounding communities: A case study of Kansanshi Mine in Solwezi, Zambia». International Journal of Environmental Research and Public Health, 14(8), 859.

Svampa, M. (2019) Las fronteras del neoextractivismo en América Latina: conflictos socioambientales, giro ecoterritorial y nuevas dependencias. UCR. San José.

Obsolescencia programada (mito o realidad)

¿Alguna vez habrás pensado qué poco duró en funcionamiento o sin dañarse determinado aparato (celular, computadora, electródoméstico o cualquier otro) desde que lo compraste y habrás concluido que las empresas hacen los productos «más malos» o que hay alguna conspiración entre las grandes empresas para obligar a los consumidores a comprar más? Bueno, quizá estés en lo cierto.

Desde la segunda mitad del siglo XX, el modelo económico ha cambiado drásticamente. La producción en masa de bienes se ha convertido en la norma, y se ha planificado su obsolescencia de tal manera que los consumidores se ven forzados a reemplazarlos en períodos cada vez más cortos. Esto ha tenido un impacto significativo en el consumo de recursos naturales, la generación de residuos y la sostenibilidad del planeta.

La obsolescencia programada se refiere a la planificación del fin de la vida útil de un producto. Es decir, se fabrica un producto con una vida útil limitada, con el objetivo de que el consumidor deba reemplazarlo en un tiempo determinado. La obsolescencia programada ha sido implementada por las empresas para aumentar sus ganancias, ya que obliga a los consumidores a comprar productos con mayor frecuencia.

Según Pyo et al. (2017), la obsolescencia programada se ha vuelto cada vez más común en la actualidad. Además, los autores señalan que la obsolescencia programada puede llevar a un aumento en el uso de recursos naturales y en la generación de residuos, lo que puede tener un impacto significativo en la sostenibilidad del planeta.

Aunque la obsolescencia programada se ha vuelto cada vez más común en la actualidad, no es un fenómeno nuevo. En la década de 1920, los fabricantes de bombillas comenzaron a reducir deliberadamente su vida útil, con el objetivo de aumentar las ventas. Según Della Vedova y Briones (2017), la planificación de este proceso sido utilizada desde hace décadas en una gran variedad de productos, incluyendo electrodomésticos, teléfonos móviles, computadoras y automóviles.

la obsolescencia programada ha llevado a un cambio en la forma en que los consumidores ven los productos. En lugar de considerarlos como objetos valiosos que deben durar mucho tiempo, los consumidores ven los productos como desechables y temporales. Esto ha llevado a un aumento en la cultura del consumo, en la que los consumidores buscan constantemente productos nuevos y más avanzados, lo que a su vez ha llevado a un aumento en la demanda de recursos naturales.

Stahel (2010)

Frente a esta problemática, algunos consumidores han comenzado a tomar medidas para reducir su consumo y promover la sostenibilidad. Por ejemplo, el movimiento del minimalismo ha ganado popularidad en los últimos años, promoviendo un estilo de vida en el que se busca tener menos posesiones y reducir el consumo. Además, organizaciones y gobiernos también han comenzado a tomar medidas para abordar la problemática de la obsolescencia programada y su impacto en el consumo de recursos naturales. Por ejemplo, la Unión Europea ha implementado una legislación que exige a los fabricantes producir productos más duraderos y fáciles de reparar.

Ejercicio

Nota: estos promedios son estimaciones de uso de muchos consumidores, sin embargo, el periodo de vida útil varía en frecuencia de uso, marca, condiciones de cuidado, entre otros.

La obsolescencia programada y su impacto en el consumo de recursos naturales es un problema complejo y multifacético. A lo largo de la historia, la planificación de la obsolescencia ha sido utilizada para aumentar las ganancias de las empresas, lo que ha llevado a un aumento en el consumo de recursos naturales y la generación de residuos. Sin embargo, los consumidores, organizaciones y gobiernos también han comenzado a tomar medidas para abordar esta problemática y promover la sostenibilidad.

Referencias bibliográficas:

Della Vedova, M. L., & Briones, G. (2017). La obsolescencia programada: un modelo económico a revisar. Revista de Economía y Estudios Empresariales, 4(1), 29-43.

Pyo, S., Park, H., Kim, S., & Hong, J. (2017). A study on the effect of built-in obsolescence on resource consumption. Sustainability, 9(12), 2184.

Stahel, W. R. (2010). The performance economy. Palgrave Macmillan.

Unión Europea. (2019). Directiva 2019/771 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 20 de mayo de 2019, relativa a determinados aspectos de los contratos de compraventa de bienes, por la que se modifica el Reglamento (CE) n.o 2006/2004 y la Directiva 2009/22/CE y se deroga la Directiva 1999/44/CE. DOUE L 136/28.

Y vos ¿Qué opinás acerca de este tema? Comentá si querés aportar a la discusión.

COVID-19: una pandemia por la degradación del ambiente

Sin  duda, la pandemia desatada por el virus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19, ha dejado consecuencias sin precedente en todos los ámbitos de nuestra sociedad actual, obligando a reformar la economía y el modo de vida.

En un mundo globalizado, la pandemia ha venido a modificar sus cimientos, algunos para fortalecerlos, como en el caso de la tecnología. Por ejemplo en la virtualización de actividades como el trabajo a distancia (teletrabajo), las transacciones y trámites en línea, la comunicación a distancia, la investigación virtual, entre otras. Pero, también, ha venido a menguar el libre tránsito de mercancías, capitales y empresas, fomentando, más bien, un proteccionismo nacional o una posible regionalización (estructuración opuesta a la globalización), sin embargo, es muy pronto para sacar deducciones sobre geopolítica.

Lo que es un hecho es que, la COVID-19 es una enfermedad zoonótica, que se tramite entre animales y humanos. Es decir, el virus SARS-CoV-2, junto con muchos otros patógenos, se encuentran en la naturaleza, la mayoría en forma pasiva, en cuanto a afectaciones al ser humano. Algunos patógenos infectan a ciertas especies, aunque su efecto es inocuo en otras. El problema se da cuando el ser humano altera considerablemente los hábitats, ya sea extrayendo flora o cazando animales o comerciando con ellos (tal y como surgió el SARS-CoV-2), desbrozando y talando los bosques, cambiando el uso de la tierra. Una vez que los patógenos interactúan con los cambios ambientales, pueden mutar, convirtiéndose en amenazas para otras especies.

Muchas enfermedades como el SIDA, el Virus del Nilo Occidental, la leptospirosis y la COVID-19 han surgido debido a la alteración del ambiente, debido a su alteración, amenazando a los seres humanos.

Con la pandemia actual, se constata que la sociedad global y su sistema capitalista, que aboga por el incremento de beneficios económicos mediante el consumo y producción en masa a costa de sobreexplotar los recursos naturales, llegó a un punto de inflexión crítico. Como lo dicta la sabiduría popular, «todo cae por su propio peso» y, sin duda, la sociedad que conocemos llegará a cambiar, ya quela naturaleza y el Sistema Tierra-Ambiente la obligará a reinventarse.

Queda reflexionar sobre muchos aspectos, como: ¿qué consecuencias, a mediano y largo plazo, tendrá esta pandemia en nuestro estilo de vida y en la organización política, económica y sociocultural? ¿Qué podemos hacer para evitar o mitigar la ocurrencia de estos eventos?

¿Qué rumbo deben tomar tanto los líderes mundiales como los diversos países, para lograr un mundo más sostenible?¿Cómo podemos contribuir, individualmente, a propiciar un cambio positivo en nuestra sociedad o en la adaptación a un mundo en el que los recursos naturales no se vean como bienes transables, sino como un patrimonio de todos?

La imagen con la que inicia este contenido, los monos ardilla enjaulados, ilustra una de las prácticas de comercio de vida silvestre, en la cual las especies de flora y fauna son saqueadas y sustraídas de sus hábitats para fines humanos, como: convertirlas en mascotas, extraer alguna de sus partes para insumos de producción o usarse como adornos. Si continuamos con estas prácticas (tanto legalizadas como ilícitas) estaremos condenados a sufrir otros eventos similares a los que estamos sufriendo en esta pandemia.

Referencias

Venter, M. (2019). Monos ardilla enjaulados [fotografía]. Recuperada de: https://pixabay.com/es/photos/mono-ardilla-primate-4621899/

¿Es el libre mercado la mejor opción para los países?

¿Qué tan viable es el Libre Comercio?, ¿es realmente libre?, y, sobre todo, ¿es justo para todos? El siguiente documental, hecho por la Deutsche Welle, muestra los engaños, trucos y amenazas que se gestan en el comercio internacional.

El libre mercado tiene muchos simpatizantes y se dice que es un modelo económico ideal. Muchos economistas y entes internacionales, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, defienden este modelo como impulsor de prosperidad para las naciones, pero la verdad es que hay muchos países que han sido excluidos y que permanecen fuera del juego.

Te invitamos a observar el video y a reflexionar acerca del tema. Además, te contamos que en este recurso hemos incluido unas actividades, para que te ayuden a estudiar el modelo capitalista.

La mentira del libre comercio (DW Documental, 2018).

Referencias

46173 (2014). Barco contenedor [fotografía]. Recuperada de: https://pixabay.com/es/photos/barco-de-contenedores-frachtschiff-596083/

DW Documental (2018). La mentira del libre comercio . Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=FEdeaBjOYFs

Huella hídrica y descarga de datos en internet

¿Sabés que, cada vez que hacemos una descarga o consulta por internet, que involucre acceso a datos, estamos derrochando gran cantidad de agua?

Así es, cuando revisás tus redes sociales, correo electrónico o ves un video por internet, gastas agua. Este gasto ocurre porque estás recibiendo información de un centro de procesamiento de datos de alguna parte del mundo, estos centros de cómputo son grandes edificaciones en las que se alojan muchos servidores, que están constantemente transmitiendo datos (data centers), por ello, requieren gran cantidad de energía.

Pensá, por ejemplo, en los momentos en que tenés el celular o la tableta encendidos durante mucho tiempo, que llegan a calentarse. También, los servidores de estos centros de procesamiento se calientan y, para mantenerlos estables, se requiere un sistema de enfriamiento efectivo. ¡Adiviná, este tipo de sistemas utiliza agua, como materia prima!

Investigadores del Imperial College, Londres (Reino Unido), estiman que se consumen hasta 200 litros de agua, en la descarga de un solo Gigabyte (GB) de datos (Kleinman, 2016, párr. 5).

Ante este impacto en la huella hídrica, se han hecho esfuerzos por trasladar los centros de procesamiento a lugares que tengan refrigeración natural, por ejemplo, bajo el agua o en medio de una masa de hielo (como en el ártico). Sin embargo, sigue habiendo cierto impacto ambiental.

Las energías renovables podrían ser una alternativa, algunos servidores de Google utilizan exclisivamente energías renovables, aunque otras empresas, como Amazon, usan solo una quinta o sexta parte de energías renovables (Kleinman, 2016). A pesar de que existen compromisos, a largo plazo, para el uso de energías renovables, hoy –a corto plazo, los recursos naturales se derrochan.

Afán de lucro
Ahorros (Geralt, 2018).

Si suponés que es por intereses económicos o porque las compañías buscan los máximos ingresos con los mínimos gastos posibles, vas por buen camino. Te recomendamos leer las páginas 101-113 de la unidad didáctica, para que ampliés la información acerca de la economía de mercado, el desarrollo socioeconómico y su influencia en el ambiente.

En los siguientes enlaces podés ampliar más acerca de los centros de datos o data centers y del Imperial College of London.

¿Qué otras actividades, de la vida cotidiana, dejan una huella ecológica profunda? Te invitamos a comentar.

Referencias

Calderón, N. (2017). Cascada en teléfono inteligente [fotografía]. Recuperada de: https://pixabay.com/es/photos/cascadas-tel%C3%A9fono-smartphone-2987477/

Geralt (2018). Ahorros [fotografía]. Recuperado de: https://pixabay.com/es/photos/ahorrar-hucha-dinero-monedas-3402476/

Kleinman, Z. (29 septiembre 2016). “Por qué derrochamos agua cada vez que bajamos datos de internet”, en BBC Mundo. Recuperado de:  http://www.bbc.com/mundo/noticias-37506750