Sin duda, la pandemia desatada por el virus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19, ha dejado consecuencias sin precedente en todos los ámbitos de nuestra sociedad actual, obligando a reformar la economía y el modo de vida.
En un mundo globalizado, la pandemia ha venido a modificar sus cimientos, algunos para fortalecerlos, como en el caso de la tecnología. Por ejemplo en la virtualización de actividades como el trabajo a distancia (teletrabajo), las transacciones y trámites en línea, la comunicación a distancia, la investigación virtual, entre otras. Pero, también, ha venido a menguar el libre tránsito de mercancías, capitales y empresas, fomentando, más bien, un proteccionismo nacional o una posible regionalización (estructuración opuesta a la globalización), sin embargo, es muy pronto para sacar deducciones sobre geopolítica.
Lo que es un hecho es que, la COVID-19 es una enfermedad zoonótica, que se tramite entre animales y humanos. Es decir, el virus SARS-CoV-2, junto con muchos otros patógenos, se encuentran en la naturaleza, la mayoría en forma pasiva, en cuanto a afectaciones al ser humano. Algunos patógenos infectan a ciertas especies, aunque su efecto es inocuo en otras. El problema se da cuando el ser humano altera considerablemente los hábitats, ya sea extrayendo flora o cazando animales o comerciando con ellos (tal y como surgió el SARS-CoV-2), desbrozando y talando los bosques, cambiando el uso de la tierra. Una vez que los patógenos interactúan con los cambios ambientales, pueden mutar, convirtiéndose en amenazas para otras especies.
Muchas enfermedades como el SIDA, el Virus del Nilo Occidental, la leptospirosis y la COVID-19 han surgido debido a la alteración del ambiente, debido a su alteración, amenazando a los seres humanos.
Con la pandemia actual, se constata que la sociedad global y su sistema capitalista, que aboga por el incremento de beneficios económicos mediante el consumo y producción en masa a costa de sobreexplotar los recursos naturales, llegó a un punto de inflexión crítico. Como lo dicta la sabiduría popular, «todo cae por su propio peso» y, sin duda, la sociedad que conocemos llegará a cambiar, ya quela naturaleza y el Sistema Tierra-Ambiente la obligará a reinventarse.
Queda reflexionar sobre muchos aspectos, como: ¿qué consecuencias, a mediano y largo plazo, tendrá esta pandemia en nuestro estilo de vida y en la organización política, económica y sociocultural? ¿Qué podemos hacer para evitar o mitigar la ocurrencia de estos eventos?
¿Qué rumbo deben tomar tanto los líderes mundiales como los diversos países, para lograr un mundo más sostenible?¿Cómo podemos contribuir, individualmente, a propiciar un cambio positivo en nuestra sociedad o en la adaptación a un mundo en el que los recursos naturales no se vean como bienes transables, sino como un patrimonio de todos?
La imagen con la que inicia este contenido, los monos ardilla enjaulados, ilustra una de las prácticas de comercio de vida silvestre, en la cual las especies de flora y fauna son saqueadas y sustraídas de sus hábitats para fines humanos, como: convertirlas en mascotas, extraer alguna de sus partes para insumos de producción o usarse como adornos. Si continuamos con estas prácticas (tanto legalizadas como ilícitas) estaremos condenados a sufrir otros eventos similares a los que estamos sufriendo en esta pandemia.
Referencias
Venter, M. (2019). Monos ardilla enjaulados [fotografía]. Recuperada de: https://pixabay.com/es/photos/mono-ardilla-primate-4621899/
Juntar narrativa de academia en un campo de tanta relevancia mediática como la enfermedad del Covid-19 se convierte en un paradigma enigmático que se encierra en la tumba y en la experticia de especialista que no precisamente responden a la objetividad que debiera tener la ciencia.El ámbito en contexto ha puesto a todas las actividades humanas en todo el globo terrestre en una monumental incertidumbre en todas las esferas políticas,económicas y socioculturales obviamente sin escapar a lo que llamamos el hogar humano,que debe visualizarse en función de la interacción armoniosa del ambiente,situación que está lejos de aquello.Cuando se escribe sobre fracciones de microorganismos mortales ,es preciso amalgamar la historia de tragedias humanas de antaño hasta llegar a los tiempos actuales siempre en un ambiente de aprendizaje que implica conocer, indagar y analizar conceptos concretos de investigación propios de un protocolo que el fenómeno requiere por ejemplo un laboratorio especializado de índole muy neutral de ambiciones de utilización del mercado,en donde los resultados sean para el bien común es decir, que el mercado de productos investigativos esté al servicio de la humanidad y no a la inversa, como sucede con el mercado transnacional en la era neoliberal. En resumen,el entramado de la narrativa general que se acepta popularmente deja mucho que desear a nivel académico por lo que la investigación debe seguir en el espacio y el tiempo en el contexto de investigación -acción .Todas las acciones que se hagan deben tener un norte de unión solidaria entre toda la humanidad sin discriminación alguna de pobres y adinerados del planeta .En la narrativa debe estar primero la vida humana que las patentes de las «big pharma» que es la corriente del engaño humano… ayer, hoy y siempre, porque el dinero está antes que la vida.
Sin lugar a dudas las acciones del ser humano sobre los ecosistemas es agresivo…priman los intereses sobre la producción de monocultivos, minería, hidroeléctricas sobre la calidad del medio ambiente de las poblaciones afectadas. La naturaleza pasa la factura como se supone en el caso del COVID-19.
Espero que los niveles de resiliencia de la humanidad vayan en aumento.