20 Pío Jesús Víquez Chinchilla

Busto de Pío Jesús Víquez ChinchillaPeriodista, político, educador y poeta costarricense; nació en Cartago, el 11 de julio de 1848, en una humilde familia de agricultores, pese a su origen, es posible encontrar parentescos con personajes muy influyentes de la Costa Rica del siglo XX tales como los expresidentes Cleto González Víquez y Teodoro Picado.

Precisamente, ese origen humilde es el que no ha permitido conocer los detalles de sus primeros años de vida y escolaridad. Se sabe, sin embargo, que ingresa al colegio fundado por el señor Pedro María León Páez y sostenido  por la Municipalidad de Cartago y la Universidad de Santo Tomás.

Sobre su estadía en esta institución y cómo sus mentores propiciaron un bagaje cultural más amplio en la vida y el carácter de Pío Víquez, Molina (1982) relata:

Su instrucción comenzó a ser más sólida, lo que luego le permitió desenvolverse y actuar con mayor propiedad. Y aquí, en este colegio, aunque su formación cultural fue incipiente, es muy posible que los profesores Francisco María Ulloa y Pedro León Páez se  preocuparán más que nada por desentrañar su temperamento estudioso. (p. 20)

A los 15 años, se vio obligado a abandonar el colegio, debido a las precariedades económicas de su familia, aun así, ingresa a la Escuela Normal. En esta institución, si bien los registros acreditan que estudió entre 1869 y 1870, no existen evidencias de que se graduara como maestro.

Sin importar este detalle, el cabildo de la Villa de Desamparados lo contrata como maestro, prolongando su estadía hasta 1873, año en el que se traslada a San José como docente y, más tarde, como director de la Escuela de Varones del Norte.

Ya radicado en San José, inicia sus estudios en la Universidad de Santo Tomás, donde profundizará en las ideas liberales, en particular, por el roce académico con el maestro Antonio Zambrana, con quien “empieza a establecer contactos con los grupos liberales doctrinarios, con el liberalismo político y no político dominante en determinados sectores de las clases llamadas ilustradas y con la masonería líder del progreso y del progresismo” (Molina, 1982, p. 24).

La influencia de su maestro será decisiva también en su nombramiento como catedrático de Gramática Castellana en el Instituto Nacional, así como su roce con ilustres hombres de la época como José María Castro Madriz, Cleto González Víquez y Ricardo Jiménez.

De este modo, con motivo de la toma de posesión de la presidencia del General Tomás Guardia en 1877, Pío Víquez es seleccionado para dar un discurso que le abrió las puertas a la política, convirtiéndose en subsecretario del Ministerio de Relaciones Exteriores. No obstante, renunciará más adelante a este puesto debido a sus diferencias con la dictadura militar de Guardia. Vuelve, por tanto, a la docencia y una vez más al Instituto Nacional, dirigido entonces por Valeriano Ferraz.

Los años lejos de la política lo acercaron a la poesía y será a partir de la década de 1880 cuando se aboca a la escritura. La gran mayoría de sus poemas se publicaron en el periódico que él mismo fundó en 1890, El Heraldo, y se recopilaron de forma póstuma en 1903 en el libro titulado Miscelánea: prosa y verso.

En 1886, al asumir la presidencia Bernardo Soto, Víquez es llamado nuevamente al servicio público, en esta ocasión, como parte del cuerpo diplomático que acompaña al presidente a su viaje a Nicaragua en 1887, con motivo de intentar allanar las diferencias limítrofes entre ambos países.

Las crónicas de este viaje se detallan en un libro único en su género titulado: Relación del viaje del señor Presidente de Costa Rica, General don Bernardo Soto, á la República de Nicaragua, publicado ese mismo año. En criterio de Villalobos (2018), el libro trasciende a nivel literario la tarea encomendada de capitalizar los logros obtenidos durante la gira, dado que:

El texto que produce no es en sentido estricto un informe que se centre en las actividades del mandatario y mucho menos un documento administrativo que concluya con un recuento de resultados. Esta es una relación de viaje y, por lo tanto, se adscribe a los códigos discursivos de este formato. Destaca la función poética del lenguaje y la libertad subjetiva de un viajero que deja constancia de su impronta. Relata anécdotas personales y aprovecha sus conocimientos sobre literatura, mitología e historia para ensayar reflexiones que trascienden el motivo del viaje. La circunstancia política que posibilita la gira es aquí parte de una oportunidad personal, por ello, cabe la afirmación de que el mayor énfasis es autorreferencial. (párr. 30)

El libro es el primero y único en su género que se edita en el siglo XIX, escrito por un costarricense,  y refleja, en gran medida, ese velo de poesía que tanto le apasionaba, así se puede leer en un fragmento del documento en el que relata el inicio del viaje de la comitiva:

El señor Presidente y su comitiva de viaje caminaron á pie hasta la estación del ferrocarril, acompañados de numerosos amigos. (…) El pito de la locomotora dió la señal de partida; los últimos adioses se perdieron en la distancia y en el ruido dominante del tren que echaba á correr; desapareció el panorama hermoso de nuestra capital, y melancólicas incertidumbres alertaron algún tiempo sobre la frente de los viajeros. (Víquez, 1887, p. 6)

Se convierte, de este modo, el autor, el poeta, el educador, en uno de los referentes de la Generación del Olimpo, defendiendo los principios liberales y a la oligarquía cafetalera, abordando en su escritura la necesaria conformación de la identidad costarricense de finales del siglo XIX, como requisito para constituir un Estado nacional homogéneo y democrático, sustentado en el mito del campesino dócil, blanco, honesto y trabajador. Es considerado, también, uno de los fundadores de la literatura costarricense junto a figuras como Aquileo Echeverría, Manuel González Zeledón (Magón), Lisímaco Chavarría, Roberto Brenes Mesén, Carlos Gagini, Ricardo Fernández Guardia y Manuel Argüello Mora.

En esto contribuye, principalmente, su trabajo como administrador de la Imprenta Nacional, ya que fue el redactor oficial de La Gaceta de Costa Rica y escribió para La Nación (1880), La nave (1882), El maestro (1885) y La Evolución. Pero será su accionar desde el periódico El Heraldo, con el apoyo de Aquileo Echeverría y Rubén Darío, con quien Víquez entabla una profunda amistad, que se transformará en el periodista por excelencia de Costa Rica; este será, además, su trinchera política y cultural.

En El Heraldo, se abordará la política, el anticlericalismo, el “orden y progreso” y será en donde publique la mayor parte de su obra literaria, caracterizada, según Rojas y Ovares (1995), por “la asociación de lo costarricense con el trópico, la pasividad, la naturaleza, el atraso, el pasado” (p. 20), su obra se recopilaría y publicaría más adelante, en 1902, bajo el título Miscelánea.

Contrario a los muchos periódicos que surgieron en la época, El Heraldo de Costa Rica, como lo bautizó el mismo Víquez en 1892,  se publica en forma ininterrumpida por nueve años hasta abril de 1899, con la renuncia y posterior fallecimiento de su fundador y editor principal.

Paralelamente, desde 1883 y hasta su muerte, se desempeña como profesor de Derecho Público en la Escuela de Derecho; conocido es el carácter poco metódico del educador y periodista, uno de sus discípulos relata:

El profesor tenía los mismos defectos que el periodista, observávamos la misma falta de método, la poca preparación diaria, la inconsistencia en la asistencia sobre todo… Pero, en cambio, qué agradables eran  sus lecciones… Nos inculcó el amor a la ciencia sin pretender enseñarnos todos sus secretos. Nos daba, como artista que era, la descripción general, valiéndose de las perspectiva y del claro-oscuro, y nos enviaba a los libros para todo lo que fuera detalles. (Alvarado, 1904, citado por Molina, 1982, pp. 35-36)

Muere en San José el 10 de mayo de 1899, de una afección cardiaca, a la temprana edad de 51 años. En su honor, el Premio Nacional de Periodismo de Costa Rica lleva su nombre, adjudicándosele también el Benemeritazgo de letras patrias, según el Acuerdo N.º 47 del 29 de octubre de 1953.

Referencias bibliográficas

Molina, J. (1982). Pío Víquez. Editorial Universidad Estatal a Distancia.

Rojas, M., y Ovares, F. (1995). 100 años de literatura costarricense. Editorial Norma.

Vega, P. (1996). De periodista a literato. Los escritores de periódicos costarricenses (1870-1890). Anuario de Estudios Centroamericanos, Universidad de Costa Rica, 22(1), 149-163. https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5075645.pdf

Villalobos, C. (2018). Escrituras del yo en los espacios del otro: relatos de viaje de autoría costarricense a finales del siglo XIX. Revista de Filología y Lingüística de la Universidad de Costa Rica, 45(2), 139-154. http://portal.amelica.org/ameli/jatsRepo/125/125773017/html/index.html

Víquez, P. (1887). Relación del viaje del señor Presidente de Costa Rica, General don Bernardo Soto, á la República de Nicaragua. Imprenta Nacional.

 

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