Las siguientes páginas tienen como objetivo mostrar cuan cercanos y quizás hasta cuan indisoluble es la relación que existe entre el patrimonio cultural y el turismo como actividad productiva.
Me atrevo a decir, que cuando se habla de patrimonio turístico, el patrimonio cultural debe ser necesariamente una parte una parte de aquel, toda vez que en el afán de ofrecer al turista experiencias auténticas de viaje, esas que impregnen sus sentidos de una mágica sensación de bienestar, el acervo cultural y todo el patrimonio que los destinos, sus generaciones de habitantes y la cotidianeidad son una parte sobresaliente de esto.
Por más que un destino como Costa Rica se enfoque en promocionar más su recurso turístico primario de naturaleza y aventura, innegablemente el patrimonio cultural es parte de este. Así lo evidencia las encuestas de salida cuando los turistas consultados dan gran valor a la forma de ser del costarricense, por ejemplo, como elemento que marca una grata experiencia y estadía en el país.
Por lo tanto, a pesar de que no se enfoquen campañas especiales en el patrimonio cultural, este es sin duda un componente fundamental de la oferta turística. No obstante, no puede darse todo por sentado con base en lo anterior. Es decir, el hecho de la simbiótica relación que existe entre patrimonio cultural y turismo, no debe hacernos caer en el error de dejar todo en manos del azar.
El patrimonio cultural tiene una gran cantidad de retos debido a los factores que intervienen tanto en lo positivo de este, es decir su explotación responsable de este al tiempo que se promueve su conservación, como en los factores negativos que de manera peligrosa pueden amenazarlo e incluso promover su destrucción.
De acuerdo con (Chang Vargas, 2016), el patrimonio cultural es “una construcción social que, como tal, está condicionada por el contexto histórico del pueblo o comunidad que lo creó, lo heredó y lo conserva como un valor especial. Sin embargo, hay circunstancias internas y externas al grupo portador de un bien patrimonial que afecta su desarrollo. En algunos casos, estas son oportunidades que coadyuvan a fortalecer y consolidar una determinada expresión, ya sea mediante acciones que dinamizan o conservan la original o la recrean sin afectar los valores que la comunidad considera fundamentales de su identidad”. Continúa indicando, que también existen “otros factores que inciden negativamente, pues mediante estrategias que a veces ocultan o confunden las intenciones sobre el futuro de un bien patrimonial y, lamentablemente, cuando ya es tarde, han destruido un bien material, han sustituido o transformado el sentido de un bien intangible”.
Indica la autora, en relación con la definición de turismo cultural, que en ella destacan los siguientes elementos:
La consideración del turismo cultural dentro de la actividad turística, con todas las características de esta:
desplazamiento, estancia en el destino, oferta básica, entre otros
La valoración de dos cuestiones
Dentro de lo que puede ser considerado como parte del turismo cultural se tienen las siguientes actividades:
Artesanías
Rituales tradicionales
Lengua
Imagen de la población
Gastronomía
Tradición del boyeo y la carreta
Museos
Toponimia
Festejos populares
Otros
Seguidamente se esquematizan una propuesta estos factores que promueven tanto la conservación como la destrucción del patrimonio cultural.
De acuerdo con (Chang Vargas, 2016), los siguientes son factores que intervienen en la destrucción del patrimonio cultural:
En el caso particular de los museos, según (Chang Vargas, 2016), son nueve los agentes de deterioro en la preservación de colecciones en museos, a saber:
Por otro lado, la misma autora profundiza en acciones en la conservación del patrimonio cultural o para intervenir a favor del patrimonio, las que giran en torno a la educación, la salvaguarda y el conocimiento, destacando:
Continua a autora indicando que existe una necesidad de intervenir para conservar, pues en sus palabras “hay algunas expresiones de valor patrimonial que están en el olvido, guardadas en la memoria o en registros particulares, por lo que se deben incorporar en diferentes actividades conservacionistas”. Agrega que “ningún bien cultural ha de pertenecer invisibilizado. Casi cualquier bien patrimonial puede ser objeto de alguna actividad en pro de su recuperación, como en el caso de las tradiciones populares y otros bienes tangibles que son dinamizados o revitalizados mediante talleres, festivales, ferias, entre otras acciones que faciliten las lenguas populares y otras expresiones”.
(Chang Vargas, 2016) menciona también que existe una política para el desarrollo cultural y la intervención en el patrimonio, las que a su vez comprenden un conjunto de lineamientos y acciones que desarrolla una institución o grupo para intervenir en un área determinada. A través del tiempo se ha dado una evolución en el proceso de cambio en tipos de políticas culturales, paradigmas y modos de organización de la relación política-cultura, lo que se puede expresar como sigue en orden cronológico:
Finaliza (Chang Vargas, 2016), dando valor a la importancia que tiene la educación como marco y base de acciones para la conservación. La educación a la que se refiere la autora se divide en no formal y social. La segunda, a su vez, se divide en educación de adultos, especializada y sociolaboral. En el caso de la última de estas, la sociocultural, se divide en animación cultural (teatro, lectura, música), animación social (programas, asociaciones, equipamientos sociales y comunitarios) y animación educativa (formación permanente).
Las siguientes páginas tienen como objetivo mostrar cuan cercanos y quizás hasta cuan indisoluble es la relación que existe entre el patrimonio cultural y el turismo como actividad productiva.
Me atrevo a decir, que cuando se habla de patrimonio turístico, el patrimonio cultural debe ser necesariamente una parte una parte de aquel, toda vez que en el afán de ofrecer al turista experiencias auténticas de viaje, esas que impregnen sus sentidos de una mágica sensación de bienestar, el acervo cultural y todo el patrimonio que los destinos, sus generaciones de habitantes y la cotidianeidad son una parte sobresaliente de esto.
Por más que un destino como Costa Rica se enfoque en promocionar más su recurso turístico primario de naturaleza y aventura, innegablemente el patrimonio cultural es parte de este. Así lo evidencia las encuestas de salida cuando los turistas consultados dan gran valor a la forma de ser del costarricense, por ejemplo, como elemento que marca una grata experiencia y estadía en el país.
Por lo tanto, a pesar de que no se enfoquen campañas especiales en el patrimonio cultural, este es sin duda un componente fundamental de la oferta turística. No obstante, no puede darse todo por sentado con base en lo anterior. Es decir, el hecho de la simbiótica relación que existe entre patrimonio cultural y turismo, no debe hacernos caer en el error de dejar todo en manos del azar.
El patrimonio cultural tiene una gran cantidad de retos debido a los factores que intervienen tanto en lo positivo de este, es decir su explotación responsable de este al tiempo que se promueve su conservación, como en los factores negativos que de manera peligrosa pueden amenazarlo e incluso promover su destrucción.
De acuerdo con (Chang Vargas, 2016), el patrimonio cultural es “una construcción social que, como tal, está condicionada por el contexto histórico del pueblo o comunidad que lo creó, lo heredó y lo conserva como un valor especial. Sin embargo, hay circunstancias internas y externas al grupo portador de un bien patrimonial que afecta su desarrollo. En algunos casos, estas son oportunidades que coadyuvan a fortalecer y consolidar una determinada expresión, ya sea mediante acciones que dinamizan o conservan la original o la recrean sin afectar los valores que la comunidad considera fundamentales de su identidad”. Continúa indicando, que también existen “otros factores que inciden negativamente, pues mediante estrategias que a veces ocultan o confunden las intenciones sobre el futuro de un bien patrimonial y, lamentablemente, cuando ya es tarde, han destruido un bien material, han sustituido o transformado el sentido de un bien intangible”.
Indica la autora, en relación con la definición de turismo cultural, que en ella destacan los siguientes elementos:
La consideración del turismo cultural dentro de la actividad turística, con todas las características de esta:
desplazamiento, estancia en el destino, oferta básica, entre otros
La valoración de dos cuestiones
Dentro de lo que puede ser considerado como parte del turismo cultural se tienen las siguientes actividades:
Artesanías
Rituales tradicionales
Lengua
Imagen de la población
Gastronomía
Tradición del boyeo y la carreta
Museos
Toponimia
Festejos populares
Otros
Seguidamente se esquematizan una propuesta estos factores que promueven tanto la conservación como la destrucción del patrimonio cultural.
De acuerdo con (Chang Vargas, 2016), los siguientes son factores que intervienen en la destrucción del patrimonio cultural:
En el caso particular de los museos, según (Chang Vargas, 2016), son nueve los agentes de deterioro en la preservación de colecciones en museos, a saber:
Por otro lado, la misma autora profundiza en acciones en la conservación del patrimonio cultural o para intervenir a favor del patrimonio, las que giran en torno a la educación, la salvaguarda y el conocimiento, destacando:
Continua a autora indicando que existe una necesidad de intervenir para conservar, pues en sus palabras “hay algunas expresiones de valor patrimonial que están en el olvido, guardadas en la memoria o en registros particulares, por lo que se deben incorporar en diferentes actividades conservacionistas”. Agrega que “ningún bien cultural ha de pertenecer invisibilizado. Casi cualquier bien patrimonial puede ser objeto de alguna actividad en pro de su recuperación, como en el caso de las tradiciones populares y otros bienes tangibles que son dinamizados o revitalizados mediante talleres, festivales, ferias, entre otras acciones que faciliten las lenguas populares y otras expresiones”.
(Chang Vargas, 2016) menciona también que existe una política para el desarrollo cultural y la intervención en el patrimonio, las que a su vez comprenden un conjunto de lineamientos y acciones que desarrolla una institución o grupo para intervenir en un área determinada. A través del tiempo se ha dado una evolución en el proceso de cambio en tipos de políticas culturales, paradigmas y modos de organización de la relación política-cultura, lo que se puede expresar como sigue en orden cronológico:
Finaliza (Chang Vargas, 2016), dando valor a la importancia que tiene la educación como marco y base de acciones para la conservación. La educación a la que se refiere la autora se divide en no formal y social. La segunda, a su vez, se divide en educación de adultos, especializada y sociolaboral. En el caso de la última de estas, la sociocultural, se divide en animación cultural (teatro, lectura, música), animación social (programas, asociaciones, equipamientos sociales y comunitarios) y animación educativa (formación permanente).