El producto turístico costarricense se ha consolidado a través del tiempo gracias a la consistencia en la aplicación de un modelo de desarrollo turístico que hoy se considera maduro. Esa madurez se da gracias a que ya ha pasado por diversas etapas en su modelo de desarrollo, caracterizadas esas primeras etapas por un crecimiento espontáneo (con poca planificación y siendo más reactivos que propositivos), énfasis en las atracciones naturales principalmente y un enfoque único o principal en la generación de riqueza por parte de las empresas turísticas. Costa Rica se encuentra en una etapa de estabilidad y madurez de su modelo de desarrollo en la que confluyen las siguientes características:
En resumen, Costa Rica está en la etapa de buscar un reconocimiento como el "arquetipo" de un destino sostenible, lo que implica que cada vez que alguien piense en la sostenibilidad, Costa Rica venga a la mente, así como pensamos en Venecia o París cuando nos imaginamos romance, o como se piensa en destinos del Caribe cuando se busca sol y playa.
Gran parte de este reconocimiento o prestigio del que gozamos como destino turístico se produjo porque, mucho antes de que los turistas decidieran por sí mismos considerar Costa Rica como un destino, realmente el país definió mediante estudios de mejores prospectos, qué tipo de visitantes quería invitar y gracias a ello, estableció estrategias que le permitieran llegarle de la forma más directa posible a ese grupo con un perfil definido. Empezamos únicamente con estudios de mejores prospectos en los dos mercados más importantes (Estados Unidos y Canadá) y así fue por mucho tiempo hasta que finalmente hace cerca de 4 años se tomó la decisión de invertir en estudios de mejores prospectos también en los mercados más importantes tanto de Europa como de Latinoamérica.
Costa Rica eligió un modelo de desarrollo turístico en el cual, en promedio, la inversión general en cada proyecto es baja, consistente con la conservación de los recursos naturales y el uso limitado de los mismos, sabedores de la fragilidad de estos, lo finitos que son y lo amenazados que pueden verse ante los incrementos en los deseos de viaje. Por ello nuestro producto turístico “naturaleza”, concentrado principalmente (pero no únicamente) en las Áreas Silvestres Protegidas y en las Reservas Privadas, tienen claras delimitaciones en su capacidad de carga o cantidad máxima de personas que pueden estar al mismo tiempo haciendo uso de las facilidades o caminando por los senderos.
Este modelo de desarrollo también contempla que, aunque el rendimiento de la inversión puede ser más lento, lo cual es lógico para los proyectos más pequeños (los que representan cerca del 95% del total de empresas turísticas del país), el derrame que el turismo genera en la economía local y nacional es mayor, esto sustentado principalmente en la gran capacidad del sector turístico por generar encadenamientos productivos con muchos otros sectores de la economía, generando así una alta democratización de los ingresos generados por turismo. En otras palabras, un alto porcentaje de cada dólar de turismo que se genera, permanece en las comunidades aledañas, con un impacto positivo directo en la mejora de la calidad de vida de las personas y el alivio de la pobreza y una consecuente lealtad de las comunidades con los proyectos turísticos.
Además de seleccionar un modelo de desarrollo innovador, Costa Rica ha tomado medidas estratégicas para posicionarse como un destino turístico reconocido, lo que sin duda ha tenido un alto impacto sobre el producto turístico como parte del patrimonio turístico nacional, como, por ejemplo:
Costa Rica se ha comprometido firmemente a posicionarse como un destino de turismo sostenible y está en camino de lograr altos niveles de sostenibilidad. El producto turístico costarricense, en promedio, se ha adecuado a esta visión y sea que cuenten con una certificación o no, la mayoría de las empresas aplican buenas prácticas de respeto y protección al ambiente, esto en lo peor de los casos, pero en lo mejor de los casos, muchas otras aplican procesos totalmente sostenibles lo que engrandece y fortifica el posicionamiento del destino.
Durante casi 30 años, el país ha aplicado varias herramientas para garantizar que las operaciones turísticas implementen políticas y procesos sostenibles y que el producto turístico se fortalezca, lo que incluye herramientas comerciales que mejoran la sostenibilidad financiera, a la vez que mejoran la calidad de vida y reducen la pobreza en las comunidades circundantes.
La Certificación para la Sostenibilidad Turística (CST), implementada en Costa Rica desde 1997, ha sido la herramienta más importante para enseñar y trabajar en procesos de sostenibilidad en el sector privado y público. El CST permite a los hoteles, operadores turísticos, parques temáticos, alquileres de automóviles, restaurantes, actividades marino costeras, áreas protegidas, entre otras, demostrar su compromiso, no solo con el ambiente, sino también con la sostenibilidad en general. Las empresas se comprometen a identificar, evaluar y mitigar los impactos negativos que puedan causar en el medio ambiente, el tejido social y la cultura local, a la vez que mantienen una alta calidad de servicio y protegen a sus trabajadores.
De acuerdo con (Socatelli, 2015), la oferta turística de un destino o lugar, la que a su vez se conforma por la sumatoria del producto turístico, se compone de tres elementos fundamentales, a saber:
Concluye (Socatelli, 2015), indicando que la oferta turística de un destino, o la suma del producto turístico, está directamente asociada tanto a las características físicas como a las condiciones socioculturales que posee el espacio geográfico que este comprende y que a su vez, son puedas en valor para ponerlas a disposición de lo que se ha definido como los mejores prospectos.
Finalmente, el producto turístico costarricense ha evolucionado de la mano de la evolución del modelo de desarrollo que ha país ha escogido. Así, inició siendo un producto turístico diseñado para verse de lejos, sin posibilidad de interacción con él por varias razones, entre ellas falta de infraestructura y poca especialización y capacidad de hacer interpretación adecuada del producto. Este tipo de producto es conocido como producto para verse, para ser visto, para disfrutarse mediante la apreciación de él a la distancia y fue característico del producto turístico que se ofreció en la década de los 70 e inicios de los 80.
En los 80 confluyen varias acciones que provocan un cambio en el producto turístico ofrecido. Primero, se diseñan campañas promocionales con la naturaleza como eje atractor (Broncea tu alma fue una de ellas), con lo que es destino comienza a ser conocido por su riqueza natural. A ello se suma el inicio del diseño de infraestructura que en efecto acercaba al turista al producto y este se convertía en un partícipe de la naturaleza y no tanto un espectador. Además, comienza a darse especialización tanto en los Guías Turísticos como en las empresas encargadas de programar e itinerar los recorridos. La especialización, la avenencia de las campañas y mayor disponibilidad de infraestructura, suman para que el producto turístico pueda ser apreciado más de cerca, dejando atrás la etapa del producto para ver visto y evolucionando a una etapa en la que el turista “hace” turismo en contacto con la naturaleza. En los ríos, mares, lagos, sobre las copas de los árboles, dentro de las Áreas Silvestres Protegidas, entre otros. Este tipo de producto es conocido como producto para hacer, para ser parte del él, para hacer inmersión y fue característico del producto turístico que se ofreció en la década de los 80 e inicios de los 90.
Posteriormente aparece quizás lo más visionario que se ha dado en la historia turística de Costa Rica. Ese turista que comenzó a hacer turismo y a ser parte de él, también comenzó a impactar el patrimonio turístico, principalmente el producto naturaleza, eje de las primeras campañas promocionales del país. Empresarios y líderes visionarios, entendieron que ese impacto negativo sobre el recurso podría traer resultados adversos y contraproducentes en el mediano plazo y proponen modelos de gestión turística sustentados en la preservación de los recursos mediante buenas prácticas que protegiera los recursos naturales, culturales y sociales, sin que ello deteriorase el esfuerzo de las empresas por generar riqueza.
Todos estos esfuerzos concluyen en lo que hoy conocemos como sostenibilidad, lo que logra su punto más alto con el diseño de la Certificación para la Sostenibilidad Turística a mediados de los 90, gracias a la iniciativa privada y la decisión del sector público de aceptar el reto, dedicarse recursos y liderar la puesta en marcha de una certificación que está cerca de cumplir tres décadas llevando al país por el camino correcto, decisión que ha permitido que el producto turístico costarricense tenga un altísimo posicionamiento a nivel mundial como un producto sostenible.
Como se nota, el producto ha evolucionado junto con el modelo de desarrollo turístico hasta alcanzar una etapa de madurez, esa etapa de arquetipo a la que hice referencia páginas atrás. Hoy el reto es mantener ese liderazgo innovando en la generación de más producto, siempre alineado con la estrategia y visión del país.