Epistemología de la educación a distancia
2. Reconozcamos la epistemología en la educación a distancia

Después de trabajar con las preguntas anteriores, vamos a adentrarnos en algunos fundamentos epistemológicos para reconocer sus implicaciones educativas.

Empezaremos por considerar que la epistemología de la educación a distancia, de la educación virtual y de cualquier otra modalidad pedagógica, implica la reflexión acerca del conocimiento. También, se extiende hacia sus modalidades de acceso y transferencia, de sus formas de creación y representación.

No tardaremos mucho en darnos cuenta de que “los seres humanos somos humanos en el lenguaje, y al serlo, lo somos haciendo reflexiones sobre lo que nos sucede... porque si no estamos en el lenguaje no hay reflexión...” (Maturana, 1989, p. 36).

Así, cada uno de nosotros tenemos nociones sobre qué es el conocimiento, cómo se construye y cuáles procesos afectan esta construcción. Posiblemente, al pensar sobre ello, iniciaremos un cambio en las futuras experiencias de comprensión y mediación del aprendizaje: “Esta perspectiva implica una visión fenomenológica, empírica e íntima del conocimiento, en la cual el conocer se sustenta en la relación individual existente entre el sujeto que experimenta la acción de conocer y el intento que éste realiza por reformular la experiencia a través del lenguaje, que es el medio que permite reformular conceptualmente dicha experiencia.” (Flores, Flores y Aguilar, 2013).

Asimismo, sabemos que en la reflexión epistémica influye un repertorio de experiencias culturales, que los grupos son capaces de acumular a través del tiempo y de potenciar permanentemente, a partir de sus relaciones y de su vinculación con sus diversas realidades, lo cual genera sus propias capacidades de metacognición. Es decir, la capacidad intelectual, propiamente humana, está relacionada con la posibilidad de reflexionar acerca del propio conocimiento creado, sea este conocimiento estructurado en torno a realidades concretas o en torno a ideas (Flores, Flores y Aguilar, 2013).

Desde la perspectiva cibernética, no podemos obviar que la relación sujeto-objeto se hace recíproca, ya que ambos asumen un protagonismo de mutua influencia. El sujeto toma decisiones en torno a los objetos de conocimiento, pero estos, lejos de tener una pasividad utilitaria, asumen un papel realimentador. Es decir, provocan modificaciones en el propio sujeto, como resultados de las decisiones activadas por sí mismo. De esta manera, el sujeto conoce al objeto dinámicamente, aprehende su esencia y experimenta la modificación de su propio yo, al constituirse en el receptor de una inmediata retroalimentación (Flores, Flores y Aguilar, 2013).